Aug 31, 2006

3 - EL SENTIDO DE LA BIBLIA Y EL CONTEXTO CULTURAL

La Biblia es la relación del pueblo escogido y Jahvé su Dios. Nunca describe lo que el hombre piensa, sino lo que el hombre hace. Habla de personas y de familias que sobresalieron a través de la historia, para enseñar la actuación de Dios en los diferentes momentos de su pasado.
De todos sus capítulos y escritos, los profetas de Israel, marcaron un papel fundamental, en aconductar al hombre y hacerlo buen ciudadano, mediante el cumplimiento de un extenso y complicado sistema de cerca de 700 normas, en la Ley de Moisés o la Torah.
Ellos cuentan en sus diferentes estilos literarios la historia de salvación del pueblo elegido, que hermenéuticamente van dejando entrever las situaciones de carácter social, económico, político y religioso.

Hacen resaltar la alianza de Jahvé con su pueblo elegido, a la vez, que este Dios es enamorado, celoso, violento, vengativo, que a pesar de ser condescendiente, lucha contra la infidelidad como el mayor pecado.
Ellos la presentan, como si los pueblos que la padecen, fuesen doncellas, quienes ardorosas, se dedican a la fornicación y a la prostitución, con sus poderosos vecinos (Egipto, Asiria, Babilonia).
Varios períodos o etapas aparecen marcados por las diferentes invasiones, guerras y esclavitudes a que ha estado sometido el pueblo de Israel. Así, desde el 1300 a. C. de una "esclavitud" en Egipto que duró 430 años, pasan al desierto deambulan durante 40 años (tiempo suficiente) para llegar a Canaan, donde mana la leche y la miel.
Lenguaje paradisíaco para exaltar la riqueza de la Tierra prometida.
Es el Éxodo liderado por Moisés. En esta época hay fenómenos interesantes, como el paso del nomadismo al sedentarismo, del cazador al agricultor y del politeísmo al monoteísmo.
Forman una confederación de tribus, paso importante para llegar a la monarquía davido-salomónica.
Es la época esplendorosa y añorada del reino de Israel al tener consolidada una sociedad igualitaria, pero, a la sucesión con Roboam se originó la división en dos reinos, el norte y el sur que ocasionó la desintegración de la nación israelí cuya debilidad favoreció la invasión de los Imperios mesopotámicos anhelantes de tener acceso al mar.
El norte fue presa de Asiria en 722 a.C. y el sur de Babilonia en 586 a.C. estos imperios acabaron con Israel (el norte) en un exilio sin regreso y con Judá (el sur) en un exilio que termina con el Israelismo al perder el territorio, el rey y el Templo.
La sustitución del Templo por la sinagoga, del rey por el sumo sacerdote y el culto a Jahvé en el templo de Jerusalén, por el habitado en el corazón de cada ser, va cambiando hacia un verdadero judaísmo.
Posteriormente, el regreso, la reconstrucción de Jerusalén y del Templo bajo el imperio persa, luego, la invasión griega y la transculturación helénica del 322 a.C. con Alejandro Magno y al final, en el 63 a.C. época en que Pompeyo convierte a Palestina en un protectorado romano, fueron ingredientes progresivos que influyeron en el pensamiento, en la adquisición de costumbres y de teologías como un ambiente negativo de persecución, injusticia, esclavitud y desesperanza, que dieron paso en las Escrituras a un período Inter-testamentario de 400 años, dos siglos antes de Cristo y dos siglos posteriores a Cristo, en el que se originó el mesianismo.
En dicha era del judaísmo, que se extiende hasta el siglo l, el pueblo judío desiste de la esperanza de un monarca reinante ante la pérdida de la independencia política desde Zorobabel.
A partir del año 63 a.C. bajo la administración romana, Israel sabe que no tendrá un rey digno, porque Herodes el Grande quien reconstruye el segundo Templo así como sus descendientes poco religiosos, al ser de origen árabe idumeo, no podrán probar lo contrario.
Aparecen grupos armados denominados zelotes, quienes mantienen una esperanza mesiánica de carácter militar.

Los grupos bautistas y esenios con un despertar profético, no cultivaron ese mismo anhelo, sino que contaron con el juicio inmediato de Dios, haciendo revivir la figura de Elías.
Jesús no trató con la aristocracia saducea de por sí religiosamente conservadora y políticamente opuesta.

Los fariseos se quedaron con las especulaciones mesiánicas y escatológicas y es con ellos, con quien Jesús discute las cuestiones religiosas, se caracterizaron más por sus prácticas, que por seguir una doctrina común.
El fariseísmo coincidía en sus ideas fundamentales, con las creencias populares, donde ninguno podía apostar por un mesías sacerdotal, aunque esta figura gozaba de mucha simpatía en Qumran.

Más tarde en el 135 d. C., Rabí Aquiba ungiría como mesías militar a Bar Kobba (hijo de la estrella) en un último esfuerzo de independencia contra Roma.
De acuerdo con la evolución político religiosa de la historia judía, en el siglo l d.C. los sumos sacerdotes estaban muy desacreditados por las frecuentes rencillas entre los diferentes clanes y los continuos tratados con el imperio romano.
El círculo de Jesús estaba cerca de los fariseos que sostenían las aspiraciones populares, a saber, la venida milagrosa de un Hijo de David quien liberaría la Tierra Santa de la opresión, iniquidad, esclavitud e injusticia.
Los humildes conocían el peso de la enfermedad y el miedo a los demonios, como la opresión político-militar y consideraban que Salomón había recibido los dones de curación y de exorcismo.
Flavio Josefo historiador judío del siglo I d. C., declara que Salomón había compuesto encantamientos para conjurar las enfermedades al haber dejado fórmulas de exorcismo, para encadenar y echar a los demonios, basado en la sabiduría y sus conocimientos de botánica, como se dice en los salmos apócrifos de Salomón: "Dios dio a conocer el poder de los espíritus, las variedades de las plantas y las virtudes de sus raíces", era esto lo que esperaban los afligidos de las sinagogas de Palestina, al creer que esos dones, los tendría un Hijo de David, y esto habría quedado sellado por los fariseos del Sanedrín.
El judío en la sinagoga ventilaba esa esperanza bíblica, mesiánica y de resurrección sentada en el libro 2º de Macabeos, en las oraciones como el "Shema Israel" y la Shemoné Esré, es decir, las 18 bendiciones (la misma del Kippur), excepto en el Qaddish o santificación del nombre, recitada para terminar la reunión sinagogal y que se encuentra también en las dos primeras estrofas del "Padre Nuestro".

Esta oración pretendía con la mención o no del mesías, aspirar a la pronta intervención del Dios Rey.
En el cristianismo naciente, la apocalíptica cristiana se inspiró en la apocalíptica judía como en el más mesianocéntrico de los grupos judíos.

Hay dos libros que intentan integrar las esperanzas apocalípticas de los sabios fariseos (escribas y doctores de la ley) a la vez, que predicen la destrucción del Templo de Jerusalén año 70 d.C. son: el libro de Baruc (secretario de Jeremías) y Esdras (judío de la corte persa).
El Esdras, bíblico, fue el editor de la Ley de Moisés (6-7) y el apócrifo (Esd 4,14) dice que él dictó 24 libros de la Biblia y 70 libros reservados a los sabios.
Antes de convertirse en literatura de evasión, la apocalíptica, enriqueció la fe del pensamiento y de la imaginación de un Dios cuyos planes triunfarían sobre la crisis de la historia, enfrentando la fe cristiana ante el aparente fracaso terrenal de Cristo.
Todo lo anterior, va componiendo el concepto griego de épocas (eónes) en el judaísmo tardío, posiblemente en Jesús y en Pablo de Tarso, al observar que el pueblo elegido ha tenido siempre la desgracia de la opresión de la esclavitud y de la injusticia aún en la época más gloriosa con Salomón, quien al industrializar a Israel, originó la diferencia de clases y el proletariado, antes no conocido por las tribus.
El verdadero sentido de liberación se encuentra, no en lo político, social o económico, sino teológicamente al comprender desde la fe, ser salvados por el Cristo Resucitado, obteniendo la noción de una nueva era de conversión interior.
Con el paso de los años, el Papa san Gregorio Magno, ordena a Dionisio el "exiguo" calcular la fecha del nacimiento de Jesús de Nazareth, quien verdaderamente partió la historia de la humanidad occidental en dos, convirtiéndonos en ciudadanos e hijos de Dios en una nueva era cristiana.
Referencias: Michel Quesnel / Claude Tassin

Aug 15, 2006

2 - DAR VISIBILIDAD AL MISTERIO


Álvaro Torres Fajardo sacerdote eudista
Seminario Valmaría, octubre de 2002
Los faraones egipcios soñaron vivir eternamente.
Y preguntaron a sus sabios cómo llegarían a contar sus años sin término.
Y los sabios respondieron que si sus despojos permanecían para siempre, seguirían viviendo más allá de las fronteras de lo visible.
Y llamaron a sus constructores para pedirles que diseñaran eternas sus tumbas.
Y junto con sus matemáticos eligieron la figura geométrica de la pirámide. Era estable, desafiaba siglos, a nadie se le ocurriría que una pirámide se pueda derrumbar y perecer.
Y convocaron miles de obreros, partieron piedras, construyeron andamios y levantaron las pirámides.
Eran simplemente tumbas.
Han pasado seis mil años. Y allí están inmóviles, retando el tiempo.
¿Qué buscan estas pirámides?
Dar visibilidad al misterio. Nos dicen que más allá del tiempo el hombre vive, hundido en el corazón del Absoluto.
Y quiso Dios dar visibilidad a su misterio.
Y aconteció el tiempo, y brotaron en el espacio “el cielo y la tierra”, el infinito con sus propios misterios.
Tuvo principio ¿y tendrá fin?
Pero si no existiera, ¿qué habría?
Dios sería el desconocido fuera de él, el silencioso, el solitario en la trinidad de sus personas.
Y el espacio no sería más que el escenario del frío total, del silencio total, de la oscuridad total.
Pero Dios no sólo quiso dar visibilidad a su misterio. Lo quiso compartir. Quiso que ese universo lo conociera, lo alabara y recibiera pruebas de su amor infinito. Apareció el hombre, con un destino maravilloso, en la amistad del Omnipotente y el Eterno, llamado a la vida feliz. Para dar visibilidad a ese designio se ideó un escenario prodigioso: el Paraíso. Paz, abundancia de agua, seres vivos, frutos, todo lo que un hombre primitivo podría soñar.
El Paraíso no es más que una imagen que da visibilidad al misterio: al Dios que ama y se comunica.
Y faltaba lo máximo. Que Dios mismo viniera en persona, ingresara al tiempo y a la historia, compartiera la aventura humana y su incansable caminar.
Es la Encarnación.
Irrupción del misterio divino en la vida de los hombres. Más no se podía soñar. Nos habló Jesús palabras de Dios, nos reveló su amor paternal y su misericordia, nos abrió el camino de lo eterno, nos encaminó con él, siempre presente, en la búsqueda de ese mar sin orillas y fronteras que es Dios.
Nos dio la posibilidad de dejarnos seducir por lo divino, de encontrarlo presente en lo cotidiano de la vida, de empezar la búsqueda de Dios en nuestra experiencia humana, de avanzar interminablemente en el anhelo de ver a Dios. “Quien me ha visto, ve al Padre Dios”, dijo Jesús: es la máxima visibilidad del misterio en el discurrir del tiempo.
Pasó Jesús por el mundo, por el tiempo, y regresó al Padre.
Pero no es un ausente. Palpita en el mundo.
Su Palabra nos lo hace escuchar, sus sacramentos nos lo hacen sentir vivo junto a nosotros, el hombre, mi hermano, en quien él ha querido habitar nos lo hace encontrar.
Un día, un hombre que hizo del misterio invisible de Dios su experiencia cotidiana y sencilla, Francisco de Asís, abismado ante el amor de Dios hecho hombre, pequeño y pobre, quiso dar visibilidad al misterio y nacieron los pesebres. Allí Dios, invisible y presente, el niño, la naturaleza del mundo, un espacio de la tierra para él, unos animales, y unos adoradores.
La razón de ser de los pesebres es dar visibilidad al misterio. No es un espectáculo, no es un escenario vacío y sin alma, no es un alarde de imaginación y de arte sin sentido. El pesebre, el misterio que quiere descubrir, debe dejar presentir la presencia viva de Dios: por eso hay ángeles, voces que gritan gozosos la paz y el amor de Dios a todo hombre y mujer de la historia; debe anunciar la encarnación por eso hay un niño, real como lo niños, pero que lleva en sí la carga de lo divino; por eso allí hay pobres, porque ellos, todos los hombres y mujeres del mundo, representados por María, la madre, por José, por los pastores marginados y temidos, son la razón de esa irrupción de lo divino en un lugar desapacible; por eso hay animales y pajas y muchas otras realidades del universo, estrellas, agua, árboles, porque también hacen parte de la presencia del misterio. Que sean antiguos, que sean actuales, que el escenario al que llega Jesús represente una cultura u otra es explicable. Es el mundo donde se hace presente el misterio de Dios.
Mientras haya tiempo, mientras haya escenario para Dios y su enviado en el mundo, mientras haya hombre, y ante Dios todo hombre es un pobre, habrá pesebres que nos harán soñar que estamos sin cesar invadidos por el misterio del amor acuciante de Dios.

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