May 26, 2009

186 - INTERPRETACION DEL AMOR

Suponemos que el ser del hombre es automático y nos preocupamos únicamente por el saber, pero sin ser personas. No hay formación para eso. Difícilmente cambiamos nuestra mentalidad y creemos que amor en esta perspectiva, parece ser un capricho de afectos como proceso de escogencia a partir de impulsos afectivos.
El sentido verdadero de amor es una decisión libre y voluntaria e inteligente de discernimiento, diferente de una acción testosterónica de apasionamiento.
La pasión como un capricho incontrolable tiene tres contrastes: “es fuerte, ciega y fugaz” se dice con frecuencia “estaba ciego de la ira”.
Como cada quien está encantado consigo mismo cree que debe ser así “Usted haga como quiera” Así no pasa nunca, el amor no tiene nada de esto y sobrepasa dicha equivocación.
Debe haber un proceso educativo, el ser humano es un proceso de aprendizaje en formación ya que es el que más indefenso nace. Permanentemente alguien está enseñando pero no se le presta atención.
En el contenido de ese aprendizaje infantil se estructura la personalidad a partir de sus padres.
La ciencia es muy fácil de dar y de aprender, pero enseñar a ser, es muy complicado pues vienen los valores que no son doctrinas sino experiencias.
Cada quien quiere hacerlo a su manera desconociendo su individualidad. Los papás a los hijos no les dejan encarar la vida, haciendo “muchachos solos e inútiles
Tenemos relaciones melosas de dependencia quitando la libertad a los hijos, somos herederos de una cultura donde suele pagarse el precio de esa deuda cultural incluso aprendiendo la corrupción “al mentir” desde el seno materno. Se enseña “Tenga cuidado, tenga desconfianza de todo” lo que es contrario al ser del individuo, quien debe confiar en el otro, que es con quien crece.
SINTESIS
El complejo de la comunicación existencial a través del dinamismo del amor es diferente del sentimentalismo.
Yo soy yo y tú eres tú” es la base de la identidad aunque la mayoría de las veces sucede que
Yo no soy yo, porque no me dejas ser yo” y debe ayudarse al jóven desde pequeño a su autonomía. La mejor herencia es hacer al hijo libre y autónomo con una experiencia de amor muy profunda.
Yo soy para ti y tú para mí” como una decisión a manera de reciprocidad, más no de egoísmo en el proceso de autonomía.
Ser yo para mí” no se puede pensar así, porque debe aprenderse a lidiar la vida.
Yo soy contigo y tú conmigo” es una simultaneidad cuando pienso.
El Dios trascendente del Antiguo Testamento se revela y se involucra en el humano al presentarse:
Yo soy el que soy” no manipulable que se aísla de la idolatría.
Yo soy en ti y tú en mí” indica el valor de la escucha como acto de amor humano y divino que se refleja en dejar ser al otro “a través de mí
Tú eres el espacio para que yo pueda pasar y ser en mí” aquí el otro interpreta mi existencia que se encuentra a través del lenguaje.
Dejar al otro ser y encontrarse” es la tarea del interlocutor con experiencia en sí mismo.
Sin la escucha somos prisioneros de sí mismos, generando nuestra propia enfermedad, al no poder digerir nuestra vida.
Yo no soy yo, si tú no eres tú” esta reflexión nos muestra “El tú” como un altoparlante con el que entendemos la necesidad de una individualidad, no de una simbiosis.
Lo único que Jesús tocó fue las relaciones humanas ínter-subjetivas.
El hombre es un ser dinámico y dialéctico pero inconcluso.
Dentro del espacio-tiempo el supuesto máximo del proceso de la dinámica en el lenguaje del amor se expresa en las relaciones sexuales genitales, acto lúdico, placentero y fugaz con la perspectiva a la vida, como postulado de trascendencia. Es el punto de partida, experiencia de fe posiblemente contextualizado.
Bibliografía
Biblia de Jerusalem
Bravo Carlos S.J. Marco antropológico de la fe

May 19, 2009

185 - EL CREER Y LA FE


Fe no es sencillo de definir, la ciencia la desconoce pues no sabe que hacer con ella.
Hay reduccionismo al sólo creer y surgen interrogantes:
Se puede identificar
¿Qué es fe?
¿Es posible para el hombre creer?
¿Cuáles son los contenidos de la fe?
¿Por qué partir de una antropología?
El hombre es el único ser con potencial de preguntar y a través del tiempo su ansia de conocimiento le lleva a conocerse así mismo.
Sólo el hombre en la naturaleza, cree.
Dios no debe convertirse en “un tapa huecos” la fe primero y principalmente es para conocer al hombre, pero también se cuestiona:
¿Qué pregunta el hombre?
¿Quién soy yo?
¿Qué es el universo?
¿Qué es todo?
Así vemos que el hombre es una pregunta siempre abierta, es capacidad permanente de preguntar y en la medida que pregunta requiere respuestas y pasa de la ignorancia al conocimiento. Aquí desde temprana edad entra en la filosofía, ese amor por la sabiduría, el por qué de las cosas. Sin embargo, a veces “decide no preguntar” evadiendo la realidad para refugiarse en la ignorancia. Presentar algo nuevo, escandaliza debido a que no tenemos la generosidad de preguntar y no nos desacomodamos con una pregunta.
Los efectos culturales nos quieren llevar a no pasar por el dolor de las preguntas y como esponjas “absorbemos todo lo que nos dicen” y al confrontarnos quedamos sin piso. Tenemos una receptibilidad pasiva como el lado supuesto de la fe por falta de conocimiento.
Recibimos la cultura por “oídos y visión pero no hay vivencia”, no sabemos creer y queremos sólo saber.
Creemos que el mal es una potencia que viene de afuera (el diablo) y no que nosotros podemos fabricarlo dentro de sí mismos.
Sabemos que en la evolución en el último minuto del complejo año cósmico, aparece el hombre con gran capacidad de destrucción.
Hay un punto que no queremos encarar y buscamos disculpas en cuanto a la pregunta que el hombre se hace:
¿Quién soy yo?
Cada uno va atrás de su propia identidad y ese preguntarse desde adentro, no es inofensivo. La mayoría de las veces somos muy contradictorios porque carecemos de conocimiento sobre nosotros mismos.
Lo que nosotros sabemos de nosotros mismos nos lo cuentan otros, es como el espejo de nuestra realidad.
¿Quién soy yo?
Es una pregunta fatigosa pero el método fundamental para comprender la antropología y la teología nos conducirá a una aproximación así mismos.
Nos pasamos la vida decidiendo por otros ya que otros nos han enseñado y decidido por nosotros.
Decimos que Dios decide por nosotros, así todo se lo vamos acomodando a Él, el problema de esto es una excelente justificación para quedar en “un estado infantil” de una religiosidad mal entendida pues como Dios decide todo por nosotros, no hacemos nada, creyendo que la Voluntad de Dios a quien todo se le atribuye es suficiente, esto origina una extraña relación con Dios de tipo enfermizo.
Cuando el hombre se pregunta por sí mismo “Yo soy Yo” y “Dios es Dios” se adquiere madurez al establecer relaciones de autonomía y no de dependencia que llevan a conflicto de muchos intereses.
Al saber quien es el hombre deduce que es un ser único, irrepetible e insustituible.
Gastamos la vida acomodándola a nuestra manera de pensar y no hemos asumido las relaciones de independencia. “Yo soy para el otro un don, una gracia, una dádiva, una compañía y no una carga.”
Tenemos una formación parasitaria “vivimos a costillas de otros” y como no tenemos conciencia de sí mismos nos dedicamos a la destrucción.
No hemos llegado a una adultez antropológica, teológica ni espiritual. Esta pregunta sólo la responde cada quien en un proceso de conciencia y de responsabilidad.
La soledad no es otra cosa que la incapacidad en la estructura interior del hombre de ser amigo de sí mismo.
¿Quién es el hombre?
La respuesta se encuentra en Dios en el proceso de revelación a través de Jesucristo quien revela al Padre y nos muestra quien es Dios revelando el hombre al hombre.
Si nos miramos en el espejo de Jesús, nos morimos de vergüenza.
Quien quiera vivir a plenitud debe seguir identificándose con Jesús.
Proceso de humanización para pasar de inhumano a humano.
Bibliografía
Biblia de Jerusalem
Gaudium et spes: 22
Lonergan B. El Método
Bravo Carlos S.J. Marco antropológico de la fe
Múnera Pedro P. ¿Qué es el hombre?
Sagan Karl: El origen del Universo

May 1, 2009

184 - SAULUS, SAULO O PAULUS, PABLO

Han surgido a lo largo de los siglos varias preguntas desde la lectura cuidadosa de Hechos de los Apóstoles en los capítulos 7 al 13 sobre el nombre Saulos registrado unas 15 veces. Súbitamente a partir de 13,9 “Entonces Saulo, que también es Pablodesaparece Saulo y no vuelve a mencionarse en la obra de Lucas.
Pablo es el nombre registrado en la parte final de Hechos y en las Cartas.
Los nombres en la antigüedad eran profundamente significativos con una función nominativa y una constitutiva, así:
Zacarías = Dios se acuerda
Juan = Misericordia o bondad
Bernabé = Hijo de la consolación
Crisóstomo = Boca de oro
En hebreo Sha´ul es Saulos y Saoulos en la traducción de los LXX es similar al nombre del primer rey de Israel de la tribu de Benjamín.
Saúl significa hombre alto cuya cabeza sobresale, “sobre los hombros
Paulos es la helenización del nombre latino Paulus que significa literalmente “pequeño, insignificante, exiguo
Muchas hipótesis se han elaborado a lo largo de la historia de la investigación para responder a la causa del cambio de nombre y su falta de explicación.
Se ha pensado que el nombre latino del Apóstol era Gaius Julius Paulus porque la cuna de Pablo, al recibir la ciudadanía romana después de que hubo nacido el niño Saulo, había adoptado el nombre de la famosa familia que había dado al mundo al general Emilio Paulo.
Otros creen que Gaio Julio le habían agregado en honor a Julio César, gran gobernante romano, que tantos beneficios les habían otorgado a los judíos. Todas estas conjeturas carecen de fundamento en los manuscritos conservados.
¿Cómo se formaba el nombre en la antigüedad en el imperio romano?
Constaba de tres partes
1- El “praenomen” lo que está delante del nombre y corresponde a lo que hoy nosotros llamamos el nombre propio de cada persona.
2- El segundo el “nomen” nombre o gentilicio, es la designación según las tribus o aldeas distribuidas en la comarca de Lacio a la que pertenecía cada uno, es decir su “gens” estas se fueron congregando poco a poco tras la fundación de Roma.
3- El tercero era el “cognomen” o designación específica a veces un apodo con el que se llamaba concretamente a una familia dentro de cada gens o tribu.
Para explicar tomemos al ilustre orador romano Marco Tulio Cicerón.
Marcus era su nombre natural podría significar guerrero nacido en marzo.
Tulio correspondía al gentilicio, originario de la tribu o gens, Tulia.
Cicerón era el apodo de la familia, significaba garbanzón.
Resumiendo: un nombre romano estaba compuesto de:
Un nombre propio + el nombre de la tribu + el nombre la familia o apodo.
Muy diferente a nuestra manera de confeccionar el nombre completo de un ciudadano entre nosotros:
Nombre propio + apellido de la familia del padre + apellido de la familia de la madre.
En nuestro caso, en las Cartas se designa al apóstol con un sólo nombre, palabra que suena a latina aunque suene helenizada, como Paulos.
Nunca se presenta con un nombre completo compuesto de tres partes, así que por su boca no sabemos cual fuese.
En el mundo romano presentarse con un sólo nombre solía ser para un esclavo.
Rm:11,1; Flp:3,5 sin embargo dice "Su Familia procedía de la tribu de Benjamín"
Tenía dos nombres costumbre frecuente entre los judíos de la diáspora.
Saulos o Saúl sería su pronomen y Paulos su cognomen romano de Paulus al emplear el nombre griego en contexto helenista.
Existe un importante comentario y es que para los griegos Saulo sonaba mal, pues el adjetivo saulos se aplicaba a los individuos de tipo afeminado.
Se comprende entonces que, en sus relaciones con el mundo grecorromano, el joven judío de Tarso se hiciera llamar Pablo.
No obstante, es curioso y llamativo que en ese juego de palabras de “Saulus” a “Paulus” sólo se muda un fonema, una letra de Saulus el primer gran rey de Israel al que la tradición pinta como “grande y apuesto”, pasa el Apóstol a utilizar un nombre que significa “el pequeño”.
Giorgio Agamben reflexiona: “Pablo es el sobrenombre que Dios, o Pablo mismo, se da como un signo del cambio de su persona cuando acepta su llamada o vocación mesiánica de origen divino: la mal denominada conversión en el camino de Damasco
Este cambio de nombre indica que él, un judío normal, un antiguo perseguidor de los cristianos, ha pasado a ser un siervo, un esclavo especial de Dios para el servicio de la salvación de los gentiles.
Este cambio de nombre se explica por lo siguiente: cuando un señor romano, dueño naturalmente de esclavos, en griego doúlos, compraba un nuevo siervo, le cambiaba el nombre como signo de que su estado ya no era el mismo que antes: había cambiado como su nombre. Platón alude a esta costumbre cuando escribe: “Mudamos el nombre a nuestros esclavos, sin que la nueva denominación sea menos justa que la precedenteCratilo 384d, y Filóstrato cuenta que Herodes Ático había dado a sus esclavos el nombre de las veinticuatro letras del alfabeto, de modo que su hijo pudiera ejercitarse al llamarlos. Otros ejemplos:
Januarius qui et Asellus o Asnito
Pucius qui et Porcellus o Cochinito
Ildebrandus qui et Pecora o Ganado
Manlius qui et Longus o Largo
Aemilia Maura qui et Minima… o La menor
Si analizamos en esta lista el nombre de la persona aparece en primer lugar, luego unido a este por la fórmula del griego “ho kai” al latín “qui et” o “el cual también se llama…” va al final el nuevo nombre.
Pablo en un acto de profunda conciencia se ve como el más pequeño de los seres humanos ante la grandeza divina.
1Cor:15,8-10 “Jesús resucitado se apareció a muchos y después a mí, el último de todos, como a un abortivo, se me apareció…, a mí que soy el más pequeño de los apóstoles, que no soy digno de ser llamado apóstol, porque perseguí a la iglesia de Dios, pero por la gracia de Dios soy lo que soy
Luego en otro lugar de la misma carta aclara Pablo
1Cor:1,27 “Dios ha escogido lo débil del mundo… para confundir a los fuertes… las cosas que no son para hacer inactivas las que son”.
Recordemos que en Biblia detrás de cada nombre existen muchas palabras ocultas en la revelación.
Bibliografía
Biblia de Jerusalem
Agamben Giorgio: El tiempo que resta. Un Comentario a la Carta a los romanos.
Cothenet Edouard: San Pablo en su tiempo Cuadernos bíblicos, Verbo Divino

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