“Si se excluye la Virgen María, el Bautista es el único santo de
quien la liturgia festeja el nacimiento, y lo hace porque está estrechamente
relacionado con el misterio de la Encarnación del Hijo de Dios”.
“Desde
el seno materno, en efecto, Juan es el precursor de Jesús: su prodigiosa
concepción es anunciada por el Ángel a María como signo de que “nada es
imposible a Dios”.
Benedicto
XVI recordó que “el padre de Juan, Zacarías, marido de Isabel, pariente de
María, era sacerdote del culto judío. Él no creyó enseguida al anuncio de una
paternidad ya inesperada y por este motivo quedó mudo hasta el día de la
circuncisión del niño, al cual él y su mujer le dieron el nombre indicado por
Dios, es decir Juan, que significa: el Señor hace gracia”.
“Cuando
un día, desde Nazaret, viene Jesús mismo para hacerse bautizar, Juan primero
rechazó, pero luego aceptó, y vio el Espíritu Santo posarse sobre Jesús y oyó
la voz del Padre celeste que lo proclamaba su Hijo”.
El
Santo Padre explicó que la misión de San Juan Bautista no se había cumplido
hasta entonces, pues “poco tiempo después, se le pidió que anticipara a Jesús
también en la muerte violenta. Juan fue decapitado en la cárcel del rey Herodes
y así dio pleno testimonio del Cordero de Dios, a quien él, primero que todos,
había reconocido e indicado públicamente”.
Benedicto
XVI también recordó que "la Virgen María ayudó la anciana pariente Isabel
a llevar hasta el último la concepción de Juan". "Ella ayude a todos
a seguir a Jesús, el Cristo, el Hijo de Dios, que el Bautista anunció con gran
humildad y ardor profético", concluyó.