ENCARNARSE Y la Palabra se hizo carne… (Juan 1, 14)
La Palabra es el Hijo eterno del Dios viviente. La carne es la realidad humana, débil caduca y mortal.
Los griegos endiosaron a sus hombres heroicos.
La Palabra es el Hijo eterno del Dios viviente. La carne es la realidad humana, débil caduca y mortal.
Los griegos endiosaron a sus hombres heroicos.
El cristianismo afirma que Dios se humaniza.
-No nos cansaremos nunca de meditar sobre este acontecimiento que se llama la ENCARNACIÓN.
No sólo por lo que es en sí misma. Desafío grande a nuestra concepción de Dios.
También y con urgencia por lo que significa para nosotros. A qué nos compromete.
-Parece en cierto modo contravenir nuestra concepción de Dios. Lo juzgamos infinito, perfectísimo, fuera del tiempo y del espacio. El hombre siempre se ha acercado a Dios con temor, dominado por su grandeza. Ha querido aplacarlo, congraciarse con él. Teme su ira y su poder.
-Pero ese Dios ama con corazón de Padre y de Madre. Se comunica. Crea no por alarde de poder sino para ofrecer a otro, su criatura, al hombre, a nosotros una perspectiva feliz. Ese Dios no nos es conocible sino por la revelación y la experiencia.
-No nos cansaremos nunca de meditar sobre este acontecimiento que se llama la ENCARNACIÓN.
No sólo por lo que es en sí misma. Desafío grande a nuestra concepción de Dios.
También y con urgencia por lo que significa para nosotros. A qué nos compromete.
-Parece en cierto modo contravenir nuestra concepción de Dios. Lo juzgamos infinito, perfectísimo, fuera del tiempo y del espacio. El hombre siempre se ha acercado a Dios con temor, dominado por su grandeza. Ha querido aplacarlo, congraciarse con él. Teme su ira y su poder.
-Pero ese Dios ama con corazón de Padre y de Madre. Se comunica. Crea no por alarde de poder sino para ofrecer a otro, su criatura, al hombre, a nosotros una perspectiva feliz. Ese Dios no nos es conocible sino por la revelación y la experiencia.
Es el secreto grande del cristianismo.
-La decisión de la ENCARNACIÓN, de llevar su proyecto de comunicación hasta el compartir con el hombre, realidad que no podemos menguar, nos interroga, nos sorprende, nos deja abrumados.
-Significa que Dios haga la experiencia de ser hombre y de serlo en plena realidad. Podemos escribir su historia, desconcertante, como historia del hombre. Concebido, llevado en el vientre de una mujer, dado a luz, amamantado, cuidado, servido...
Recibir amor el que es el amor y ama infinitamente, ser cuidado el que todo lo cuida, ser protegido el que todo lo protege, ser enseñado el que es la sabiduría...
-Conocer con inteligencia humana, querer con voluntad humana, amar con corazón de hombre. Sentir las fuerzas humanas del amor, la alegría, la tristeza, el desengaño. Brindar confianza y ser traicionado... En el momento cumbre de su experiencia humana, su pasión y su muerte, sentirse abandonado, solo, incomprendido...
-Pocos años de vida, treinta y tantos, para una vida colmada de experiencias dolorosas, de momentos también de gozo humano, en la intimidad de la familia, en la amistad y el compartir con el hombre, con sus discípulos.
-Pensemos en que Jesús debió encubrir su divinidad. Sus paisanos y amigos nunca se dieron cuenta, por años, de que él era el Hijo de Dios.
Su vida en el hogar fue normal. No la de un Dios entronizado sino la de un hijo obediente y de un trabajador en la casa, en el taller...
Ser tenido como pecador como los demás hombres, acusado de blasfemo, de borracho y demás, sin serlo, y no reaccionar para aparecer como Hijo de Dios...
-¿Y nosotros? Tenemos la doble tendencia: ir hacia Jesús para “divinizarnos” así como él se encarnó. Camino peligroso, de enaltecimiento injustificado, de bondad, de aparecer como “justos”...
-Y tenemos el compromiso con Jesús mismo de vivir hoy el misterio de su encarnación en el mundo. Como él entrar de lleno en ese mundo, vivirlo desde dentro como dice la Iglesia en el Concilio, en la Constitución la Iglesia en el mundo moderno.
-Vamos al mundo no como simples personas humanas sino como discípulos del Señor a encarnarnos en toda esa realidad temporal, humana, material, llena de pecado, de violencia, de injusticia, de atropellos a las personas...
Encarnarlo en nosotros, en nuestra debilidad, en nuestras fallas y deficiencias, incluso en la realidad oscura de nuestros pecados...
-Y lo hacemos desde una consagración bautismal a Dios por la que damos pleno sentido a nuestra vida desde esa realidad.
Una vida totalmente entregada y comprometida con ese propósito que es el Dios en nosotros.
P. Álvaro Torres Fajardo, sacerdote eudista.
-La decisión de la ENCARNACIÓN, de llevar su proyecto de comunicación hasta el compartir con el hombre, realidad que no podemos menguar, nos interroga, nos sorprende, nos deja abrumados.
-Significa que Dios haga la experiencia de ser hombre y de serlo en plena realidad. Podemos escribir su historia, desconcertante, como historia del hombre. Concebido, llevado en el vientre de una mujer, dado a luz, amamantado, cuidado, servido...
Recibir amor el que es el amor y ama infinitamente, ser cuidado el que todo lo cuida, ser protegido el que todo lo protege, ser enseñado el que es la sabiduría...
-Conocer con inteligencia humana, querer con voluntad humana, amar con corazón de hombre. Sentir las fuerzas humanas del amor, la alegría, la tristeza, el desengaño. Brindar confianza y ser traicionado... En el momento cumbre de su experiencia humana, su pasión y su muerte, sentirse abandonado, solo, incomprendido...
-Pocos años de vida, treinta y tantos, para una vida colmada de experiencias dolorosas, de momentos también de gozo humano, en la intimidad de la familia, en la amistad y el compartir con el hombre, con sus discípulos.
-Pensemos en que Jesús debió encubrir su divinidad. Sus paisanos y amigos nunca se dieron cuenta, por años, de que él era el Hijo de Dios.
Su vida en el hogar fue normal. No la de un Dios entronizado sino la de un hijo obediente y de un trabajador en la casa, en el taller...
Ser tenido como pecador como los demás hombres, acusado de blasfemo, de borracho y demás, sin serlo, y no reaccionar para aparecer como Hijo de Dios...
-¿Y nosotros? Tenemos la doble tendencia: ir hacia Jesús para “divinizarnos” así como él se encarnó. Camino peligroso, de enaltecimiento injustificado, de bondad, de aparecer como “justos”...
-Y tenemos el compromiso con Jesús mismo de vivir hoy el misterio de su encarnación en el mundo. Como él entrar de lleno en ese mundo, vivirlo desde dentro como dice la Iglesia en el Concilio, en la Constitución la Iglesia en el mundo moderno.
-Vamos al mundo no como simples personas humanas sino como discípulos del Señor a encarnarnos en toda esa realidad temporal, humana, material, llena de pecado, de violencia, de injusticia, de atropellos a las personas...
Encarnarlo en nosotros, en nuestra debilidad, en nuestras fallas y deficiencias, incluso en la realidad oscura de nuestros pecados...
-Y lo hacemos desde una consagración bautismal a Dios por la que damos pleno sentido a nuestra vida desde esa realidad.
Una vida totalmente entregada y comprometida con ese propósito que es el Dios en nosotros.
P. Álvaro Torres Fajardo, sacerdote eudista.
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