May 28, 2010

201 - LA CIUDAD TERRENAL Y LA ANTIGUA ROMA

Durante la invasión de los godos al imperio de Roma, se culparía al cristianismo por haber afeminado a todas las ciudades imperiales hasta hacerlas totalmente débiles. Agustín de Hipona, escribe basado en Las Sagradas Escrituras y presenta su concepción creacionista señalando que “Dios creó al mundo de la nada en tan sólo siete días”, así, antes de la creación del todo, no había nada; ni tiempo ni historia. Dios creó animales, plantas y demás entorno, e hizo al hombre y a la mujer, creada del mismo hombre.
Adán y Eva fueron los primeros vivientes en el paraíso, quienes inclinados a pecar por el diablo (disfrazado de serpiente) fueron desterrados y enviados al "valle de las lágrimas" en donde "las mujeres parirían con dolor y los hombres tendrían que trabajar con el sudor de su frente para conseguir el pan".
Ellos pecaron por comer de la fruta del árbol de la sabiduría, prohibido por Jahvé desde un principio, siendo responsables del destierro del paraíso al querer igualarse a Dios.
El pecado de todos los hombres, desde entonces es heredado de ellos, apareciendo desde la caída al mundo terrenal, a la historia y al tiempo.
Los paganos preguntan a Agustín de Hipona:
¿Por qué si Dios es bueno, hizo malo al hombre?
Puede parecer que Dios no hizo bueno al hombre porque éste infringió su mandato, pero Agustín responde “Dios es bueno y perfecto, y de lo bueno y perfecto no puede salir nada que sea su contrario, pero Dios le dio al hombre libertad, libre albedrío, para optar entre el buen camino (de amor a Dios) y el mal camino (de soberbia y el amor a sí mismo)”
Con respecto al mal, éste no existe como tal, sino más bien como ausencia del bien.
El mal, para Agustín, es visto como una ausencia de ser, y recibe un nombre para poder identificarlo mejor.
Los griegos postulaban que el mal era culpa de la ignorancia, quien hacia mal no lo hacía por quererlo en sí, sino porque no sabía lo que hacía.
Esto ya no es relevante para Agustín, en donde “la ignorancia no aparece como la madre del mal".
Un hombre puede ser totalmente ignorante, pero si sigue la palabra de Dios y las ordenes que le puedan dar los líderes políticos de su ciudad para encaminarlo hacia el camino de Dios, no haría ningún mal. Entonces, lo que para el griego era una cierta forma de ser y existente por culpa de la ignorancia, para Agustín y los cristianos será una privación de ser, pero conceptualizada para llevar la idea de manera más cómoda al contexto.
En la manera de pensar de Agustín, el mal está presente en el mundo por dos razones:
1. El "pecado original" del principio de la humanidad.
2. La "ausencia de bien" que está prevista en el plan divino que Dios tiene para los hombres, obviamente un plan que no puede ser cognoscible para el hombre pero independientemente de ello no hay que dejarlo de obedecer.
San Agustín reconoce el discernimiento, aún en la situación de caídos, el libre albedrío es la indeterminación de la voluntad, como la capacidad de elegir. Todo el mundo, aunque ayudado por la gracia divina para alcanzar la salvación, tiene libertad completa en su voluntad para elegir o rechazar el camino hacia Dios.
El "albedrío realmente libre”, sólo es obtenido por aquél que esté libre de pecados.
Caín y Abel hijos de Adán y Eva después del destierro no nacen en el paraíso.
Caín fue un agricultor y Abel un pastor, ambos amaban a Dios pero de diferente manera. Abel presentó una ofrenda al Señor con lo mejor de su rebaño, en cambio Caín frutas de su huerta, pero se reservó las mejores para él.
Dios estuvo complacido con el regalo de Abel más no tanto con el de Caín, y éste lleno de envidia matará a su hermano cometiendo el primer fratricidio de la humanidad y llevando consigo la culpa moral de haber matado a su propio hermano.
Por ello Dios condena a Caín a andar errante por el mundo y recibe en su seno a Abel.
Caín aparecerá como el primer jefe político y el fundador de la Ciudad Terrena, urbe fundada con la envidia, bajo el fratricidio y con un amor distorsionado, no a Dios, sino al hombre mismo.
Agustín concibe y establece una analogía entre Caín y Abel con Rómulo y Remo para explicar la fundación de Roma. Cuenta la leyenda de que Rómulo y Remo habían sido alimentados por una loba y cuando se hicieron más grandes disputaron la tenencia de Roma, llegando Rómulo a matar a Remo.
Para Agustín, Roma, por entonces, también sería fundada bajo las mismas condiciones de sangre que la Ciudad Terrena, pero habría una diferencia entre la situación de los hermanos Caín y Abel con la de Rómulo y Remo.

Caín había matado a su hermano por envidia, la envidia diabólica que apasiona a los malos contra los buenos, en cambio Rómulo había matado a Remo en una disputa por señoríos y gloria, lo que demuestra que ninguno buscaba la gloria de Dios, sino la de cada uno, siendo una disputa entre malos contra malos, lo que indica que Roma, como todo Estado de la tierra, por su misma naturaleza estaría destinada a perecer.
Pero ¿por qué Agustín hace esta analogía entre Caín y Abel y Rómulo y Remo?

Por el motivo de defenderse ante las acusaciones de que eran los valores morales cristianos los que habían llevado a Roma a su perdición, siendo que desde su fundación Roma estaba corrompida y lo que querían hacer los cristianos era cambiar esa naturaleza por verdaderos valores morales. También para hacer notar la diferencia clara de, el que es bueno no compite ni pelea con el otro que es bueno, pero sí en cambio, el malo contra el bueno y el mismo malo contra el malo.
Por ello la Ciudad Terrena se muestra como un caos de disputas y desorden, ya que hasta entre los mismos malos se hacen la guerra, no así en la Ciudad de Dios, donde sólo aquí hay personas buenas que no compiten entre sí y que viven en razón de la solidaridad y el amor a Dios.


Si Deus est ¿Unde malum? Si Dios es ¿De dónde el mal?
Si Deus non est ¿Unde Bonum? Si Dios no es ¿De dónde el bien?


Bibliografía:

Biblia de Jeruslem

San Agustín de Hipona: "La ciudad de Dios"

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