Santa Teresa del Niño
Jesús se quejaba de los predicadores de su tiempo que contaban de María cosas inverosímiles. “Habría que decir que ella vivía de la fe, como
nosotros, y dar pruebas sacadas del evangelio” en donde leemos: “No comprendieron lo
que les decía” (Lc 1, 50)>> (Novissima verba).
La extraña discreción de Pablo y de Marcos, no
distinguen a la madre de Jesús del resto de sus parientes y difiere en lo que
ocurre en Mateo y en Lucas. De manera que, se observa “un progreso en la percepción del misterio de
María” una trayectoria cuyo punto de partida se encuentra en Marcos
y que tiene su culmen en Juan, quien tanto subrayó la relación de Cristo con su
Padre, presentando a la Madre de Jesús como la figura de la Iglesia.
Podría sin embargo, tratarse de una sutil forma de quedarse tan
sólo con el punto de llegada y olvidar que la discreción sobre el papel de
María pertenece también al depósito de la fe, consignado en las Escrituras.
Vaticano II (LG 6, 67), ha sugerido, “abstenerse a la vez de toda exageración falsa y no menos de
una excesiva estrechez de espíritu”, debiendo contribuir así a un
diálogo ecuménico en torno a María, alabada por todas las generaciones como
modelo de fe; humilde servidora del Señor.
María nos dio acceso y nos lo sigue dando a Aquel que es “la Buena Nueva de la Salvación”.
La Virgen María interesa a los cristianos en la medida en
que está vinculada al Misterio de Cristo, que explica también el de la aventura
humana, donde está el horizonte mismo de las Escrituras, y particularmente del
Nuevo Testamento. Desde un punto de vista ecuménico, la piedad y muchas veces la doctrina
mariana católica les han parecido exageradas a algunos otros cristianos, olvidando que hay un binomio inseparable entre María y su Hijo Jesús.
Siendo éste un contencioso que no se ha resuelto todavía, es una nueva razón para volver a las Escrituras. Veremos que María pertenece al evangelio, a la buena nueva de la salvación que nos ha venido en Jesucristo.
Siendo éste un contencioso que no se ha resuelto todavía, es una nueva razón para volver a las Escrituras. Veremos que María pertenece al evangelio, a la buena nueva de la salvación que nos ha venido en Jesucristo.
Lo que sabemos de ella se nos ha transmitido por la
tradición evangélica reflejada y cristalizada en los textos del Nuevo
Testamento. Presentaremos una lectura de esos textos, sin olvidar que son
textos de fe. Que no fueron escritos en una perspectiva anecdótica, sino para
revelarnos la única verdad que importa según ellos, la verdad que expresa la
palabra “Enmanuel - Dios con nosotros”, y permitirnos vivir de ella.
En el Nuevo Testamento los pasajes que hablan de María
no son muy numerosos. En todo el corpus paulino no se menciona nunca a María.
Pablo, sin embargo, evoca en varias
ocasiones el nacimiento de Jesús y su pertenencia también a la raza de David
(Romanos 1,3;2 Timoteo 2, 8).
En su carta a los Filipenses, citando un antiguo
himno litúrgico, repetirá que Jesucristo “nació a semejanza de los hombres” (2, 7). Pero,
sobre todo, en su carta a los Gálatas, recuerda que Dios “envió a su Hijo, nacido de una mujer”
(4, 4).
Habrá que estudiar estos textos para ver lo que dicen de María y lo que no dicen.
Marcos es el
primero que llama a María por su nombre, pero también él es quien recoge las tradiciones que parecen rechazar a
la familia de Jesús, incluida su madre.
Habrá que estudiar estos textos para ver lo que dicen de María y lo que no dicen.
Mateo y Lucas recogerán estas tradiciones,
reinterpretándolas cada uno a su modo, sobre todo harán que comience su
evangelio por los “relatos de la infancia”, como textos célebres que han
marcado a la imaginación cristiana y están en el origen de la piedad popular
mariana.
Si estos autores, que llamamos aquí Mateo y Lucas sin
discutir sobre su identidad propia, creyeron importante comenzar de este modo
sus evangelios, "el lector de hoy haría mal en prestar poca atención a estos comienzos”.
Hasta hace muy poco tiempo se los consideraba
sobre todo como relatos marginales, fácilmente separables del resto del
evangelio, la exégesis actual subraya que algunos de los
hilos que sirven para tejer los textos de Mateo y de Lucas se entrelazan con
estos relatos inaugurales.
Esta "nueva lectura” corresponde a una cierta evolución de la exégesis. La crítica de las fuentes encontraba en los dos primeros capítulos de Mateo y de Lucas unas tradiciones muy diferentes de las del resto de los evangelios. Y también el análisis literario subrayaba el género literario particular de estos relatos de la infancia.
Esta "nueva lectura” corresponde a una cierta evolución de la exégesis. La crítica de las fuentes encontraba en los dos primeros capítulos de Mateo y de Lucas unas tradiciones muy diferentes de las del resto de los evangelios. Y también el análisis literario subrayaba el género literario particular de estos relatos de la infancia.
Finalmente, es interesante señalar que el autor del cuarto
evangelio, un evangelio teológico por excelencia, abre y cierra toda la escritura
de su libro Juan 20, 30: “Jesús hizo otros
muchos signos que no están escritos en este libro; éstos han sido escritos para
que creáis...” por dos escenas que le son propias, en Caná y en la Cruz, en donde adquiere un gran relieve la figura de la “madre de Jesús”. Con esta tradición
de Juan se relaciona también el libro del Apocalipsis, que habla de una mujer “vestida del sol”
que da a luz al mesías en medio de dolores.
BIBLIOGRAFIA