Nov 17, 2014

246 - EL IDIOMA DE JESUS

Hablamos en el idioma materno. En la Palestina  del siglo I d.C. el idioma corriente era el arameo del cual se conocían siete formas de su expresión. Las más interesantes para el estudio de  la cultura en que nació, vivió y murió Jesús de Nazaret fueron: el arameo galilaico que debieron utilizar María su madre y José su Padre en la región norte de la Galilea, había el arameo samaritano y el arameo jerosolimitano del sur en Jerusalem.
Los judíos han sido siempre políglotas y no es extraño que también hablaran el griego común o koiné para las conversaciones cotidianas y comerciales, ya que luego del imperio persa desde el siglo VI a.C. con Alejandro Magno se desarrolló desde el siglo III a. C  
La cultura helénica se había impuesto y estos idiomas semíticos caían en desuso
El hebreo desde el regreso del exilio en Mesopotamia se iría a convertir en el idioma sagrado.
Los padres de María posiblemente fueron de Séforis, ciudad helenística 5 km al norte  de Nazareth  donde en tiempos de Herodes Antipas II era reconstruida como capital de la Galilea, época en que Jesús estaría en su adolescencia y a acompañaría a José en trabajos de construcción. Sus labores eran de artesanos y no de carpinteros pues la palabra original en griego es tekton.
Las parábolas en  la enseñanza y prédica de Jesús a sus seguidores como a su público dibujan literariamente escenas de campo que tomaría como ejemplos al ir y venir de su pueblo natal Nazareth en la mañana y al atardecer. Ellos visitaban esa ciudad por existir como fuente de trabajo y lugar de residencia de sus abuelos.
Aunque los evangelios no son escritos de historia sino de “historia teológica sagrada” dejan entrever escenas del contexto cultural en que se desarrollaron los  hechos.
Es contundente que Jesús entendiera y hablara arameo y griego koiné; cuando Felipe dice al maestro; “unos griegos desean hablar contigo” o en el juicio habla con Pilato sin traductores.
Al estar el imperio romano sobre la Palestina desde el año 63 a.C. Pompeyo llega a Jerusalem y entra al Templo, se dirige al Santo Santorum, el sitio más sagrado del edificio, en que ingresaba una vez al año por el Sumo Sacerdote, el militar no encuentra a nadie, pero Roma se queda sobre este territorio. En este tiempo es obvio que los judíos también estuvieran familiarizados con el latín.
Todo lo anterior es de tener en cuenta cuando leemos un escrito bíblico, en la antigüedad los escritos se hacían en materiales perecederos de alto valor y de difícil obtención al tener que ser importados de Egipto o de Europa. 
La única manera de preservar los textos era mediante las copias que los hagiógrafos o escritores sagrados hacían. Las investigaciones serias han calculado que para hacer una copia de un manuscrito en el mismo idioma se tardaba el escriba tres años en promedio y se perdía un 15% del mismo.
Hoy tenemos sólo interpretaciones en las biblias modernas y podemos intuir que es difícil a través de varios siglos desde la antigüedad conservar las palabras y su sentido originales.
La Sagradas Escrituras, debemos leerlas con entusiasmo y con profundidad para lograr aproximarnos en el Misterio de Dios, esa deidad que Jesús llegó a entenderla como su Abba o su papito en arameo.
En el pesebre se pone el forraje para los animales. ¿Qué hace Jesús allí? Nos dice: Esta es mi carne para alimento del mundo. Tomad y comed, porque mi carne es verdadera comida.
Recordando una homilía de Navidad, “María había le puesto en el pesebre como quien da a su hijo en ofrenda para la vida del mundo. Con un gesto sacerdotal y nutricio, lo puso entre el heno, como quien nos lo da para alimento”.
Alusión a  Isaías: 40,6-7 quien había hablado del pasto y de la carne: "Toda carne es como el heno, y todo su esplendor como flor del campo. La flor se marchita, se seca la hierba en cuanto le da el soplo de Dios
Génesis 1,29-30 dice “El pasto y toda hierba verde es el alimento que Dios había dado desde el principio al hombre y a los animales: Mirad que yo os he dado toda hierba de semilla que existe sobre el haz de la tierra y todo árbol de fruto con semilla: eso os servirá de alimento. Y a todo animal terrestre, a toda ave de los cielos y a todo ser animado que se arrastra sobre la tierra, les doy por alimento toda hierba verde"
"Dime lo que comes y te diré quién eres". El hombre y los animales, "toda carne" como dice la Escritura, se alimenta de hierba y son transitorios como ella. Y aunque la hierba sea fugaz, la carne, los vivientes, no pueden subsistir sin ese alimento perecedero. De lo que es más perecedero que nosotros, recibimos permanencia los que somos fugaces.
Ese Jesús tierno, dulce, comprensivo y compasivo con la humanidad, es la Palabra, no importa en qué idioma la escuchemos, es el alimento espiritual para la salvación y para llegar a la presencia del Padre.

Bibliografía:
Biblia de Jerusalem
Documentos a solicitud de los interesados.

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