Aug 10, 2009

189 - REDUCCIONISMO DE LA FE

Muy frecuentemente reducimos la fe a cierta religiosidad, dándole menos importancia a aquella con lo cual aparecen las diferentes interpretaciones por tener horizontes muy angostos en la comunicación humana.
Cuando los esquemas son estrechos cada uno impone lo suyo, reflexión que lastima, si abrimos nuestro horizonte con una perspectiva más antropológica y más universal, la comunicación será más factible.
La fe en cierta manera es humana pero vemos que existe un gran abismo con la perfecta fe de Dios.
La duda obstaculiza la fe.
Puedo creer hasta donde la duda permite, el hombre sigue siendo una pregunta abierta en la perspectiva de ser respondida.
Como ser filosófico el hombre se encuentra con una pregunta antropológica muy fuerte:
¿Quién soy yo?
A veces las personas saben más de uno que uno mismo, haciéndole sentir en el ojo del huracán.
La respuesta no llega, y sólo está en la Revelación, la cual no es aceptada por todo el mundo. Se encuentra en el Misterio de la Encarnación donde “Jesucristo revela el hombre al propio hombre” enseñando qué es la humanidad.
Se pierde tiempo hablando extensamente de Dios y de Jesús pues no se habla del hombre.
La persona de Jesús se complicó por interpretarlo mágicamente al ejercer lo cúltico y lo ritual de la religiosidad popular, en donde se solicitan milagros negociados por el hombre bajo unas promesas de asistencia o de penitencia.
El hombre como ser en el mundo, en el tiempo y en el espacio nos recuerda el Eclesiastés de la Septuaginta alejandrina (Qohelet = el predicador) al tratar el tema de la vanidad de vanidades.
Ecl:1,9 “No hay nada nuevo bajo el sol
¿Sería esto un marcado pesimismo?
No, allí lo que hay es realismo, la contingencia, nuestra condición de ser finitos en la eternidad, somos mortales, enfermizos y si desconocemos esto, nos hacemos ilusos, prepotentes, vanidosos y orgullosos, nos comportamos como eternos infalibles.
Así no maduramos, nos quedamos biches y viejos, somos insatisfechos convirtiéndonos en fugitivos del tiempo y del espacio y desconectándonos de la realidad.
El hombre es un ser comunitario que usa como herramienta de comunicación convencional un lenguaje ambiguo.
Sabemos comunicarnos en lo cotidiano y esto no nos parece importante, cuando ignoramos que al hacerlo amplia y abiertamente, el mensaje es más profundo, a la vez que revela la verdad, pero también oculta la mentira.
La importancia de la palabra la hemos desgastado hasta el momento en que ya no significa nada.
Debemos aprender a conocer los sentimientos, labor muy poco explorada y causa de múltiples dificultades. Los sentimientos son reacciones espontáneas ante circunstancias o personas, originando alegría, ira, frustración o tristeza, las que se identifican cuando se dice “estoy” vinculando el sentimiento al ser, son casi automatismos donde muchas ideas similares combaten entre sí, por expresarse siendo aquella de más identificación la que brota.
Hay que diferenciar el sentimiento del pensamiento, ya madurado por la intelección y el razonamiento.
Estamos enseñados a negar el sentimiento, por creer que esto nos hace frágiles o débiles. El lenguaje existe como instrumento verbal y no verbal en la semiótica y en la medida con que me revela me hace expresar mi reacción.

Bibliografía:
Biblia de Jerusalem
Bravo Carlos S.J: Marco antropológico de la fe.

No comments:

BUSCADOR

Google