En el principio desde las tinieblas exclamó Dios, Gn:1,3 “Sea la luz” y prometió el envío de su Hijo y el Cristo que iluminaría la humanidad. A pesar de su nacimiento en un pesebre o cuna de piedra en el establo, dos testigos comunitarios: los pastores humildes y los poderosos sacerdotes astrólogos o magos, creen y le visitan dan fe del Magnánimo suceso de la Encarnación.
En el pesebre hay un momento escatológico "aquí y ahora"
En el pesebre hay un momento escatológico "aquí y ahora"
La región pastoril de Belén o casa de pan, donde la hierba reverdecía más que en otra parte de la Judea, las cosechas de trigo producían un macizo pan que canjeaban por tejidos y telas con los nómadas. Era el asiento de la Torre del rebaño o Migdal Eder en el camino hacia Jerusalem, los rebaños de ovejas y de animales de cornamenta se criaban destinados al sacrificio en el Templo de la Ciudad Santa.
Era la tierra de David, protegió sus rebaños y sofocó a los caninos depredadores. Los pastores se mantenían en vigilia durante la noche cuidando a sus ovejas apoyados en un báculo de sicomoro. Sus rostros maltratados por la acción de los vientos dejaban traslucir la vejez prematura manteniendo la esperanza mesiánica prometida en las Escrituras después del cautiverio cuando surgió la voz del profeta para gritar Jr:29,11 “tu futuro, Israel, está lleno de esperanza”.
El mensajero de Dios se presentó súbitamente rodeado de un halo de suave luz, y ellos apreciando una claridad celestial, aún desconocida, cayendo de hinojos, escucharon Lc:2,8-20 “No temáis, tengo que anunciaros una buena nueva (αγγέλιον o evangelio) que será de grande alegría para todo el pueblo. Hoy en la ciudad de David les nació un Salvador que es el Mesías, Cristo, el Señor y esto os servirá de señal para reconocerlo. Hallaréis al niño envuelto en pañales y puesto en un pesebre”
Con la intuición habitual de los humildes, de las gentes sencillas lo comprendieron todo. Aunque el milagro habría pasado inadvertido abajo en la tierra, una multitud de ángeles cada vez más numerosa, dejó oír celestiales alabanzas “Gloria en las alturas del cielo y paz en la tierra a los hombres de buena voluntad” Esta alabanza por el aspecto kerigmático del pesebre, se engrandecerá a manera de eco doxológico en nuestra Celebración Eucarística.
Cesando los cantos, los pastores conversaban entre sí, recordando la expectación de Israel diciendo “Vayamos pues, pronto a Belén para ver ese acontecimiento (epifanía) que Dios nos ha manifestado”
¿Cómo en esa noche de propicia quietud y esperanza, podían existir odios en el mundo, caras desencajadas y gritos de ira salvaje?
Llegando al sitio, estaban allí una joven mujer y un hombre en silencio y el pequeño ser recostado entre hierbas en una cuna de piedra (pesebre) todo era tan sencillo luz, pan y amor, era como el corderillo que ellos adoraron.
Los pastores leyeron en los ojos de sus padres María y José, esa alegría simple y trémula observada sólo en las miradas de los pobres.
Durante dos meses siguientes en Judea, llamados “los meses del silencio” todo el mundo queda en casa y duermen los campos y también cesa el comercio, Belén y la región olvidaron verdaderamente la demostración y la gloria de los tres personajes de la colina.
¿Olvidarían los pastores al que un día se llamaría el Buen Pastor?Era la tierra de David, protegió sus rebaños y sofocó a los caninos depredadores. Los pastores se mantenían en vigilia durante la noche cuidando a sus ovejas apoyados en un báculo de sicomoro. Sus rostros maltratados por la acción de los vientos dejaban traslucir la vejez prematura manteniendo la esperanza mesiánica prometida en las Escrituras después del cautiverio cuando surgió la voz del profeta para gritar Jr:29,11 “tu futuro, Israel, está lleno de esperanza”.
El mensajero de Dios se presentó súbitamente rodeado de un halo de suave luz, y ellos apreciando una claridad celestial, aún desconocida, cayendo de hinojos, escucharon Lc:2,8-20 “No temáis, tengo que anunciaros una buena nueva (αγγέλιον o evangelio) que será de grande alegría para todo el pueblo. Hoy en la ciudad de David les nació un Salvador que es el Mesías, Cristo, el Señor y esto os servirá de señal para reconocerlo. Hallaréis al niño envuelto en pañales y puesto en un pesebre”
Con la intuición habitual de los humildes, de las gentes sencillas lo comprendieron todo. Aunque el milagro habría pasado inadvertido abajo en la tierra, una multitud de ángeles cada vez más numerosa, dejó oír celestiales alabanzas “Gloria en las alturas del cielo y paz en la tierra a los hombres de buena voluntad” Esta alabanza por el aspecto kerigmático del pesebre, se engrandecerá a manera de eco doxológico en nuestra Celebración Eucarística.
Cesando los cantos, los pastores conversaban entre sí, recordando la expectación de Israel diciendo “Vayamos pues, pronto a Belén para ver ese acontecimiento (epifanía) que Dios nos ha manifestado”
¿Cómo en esa noche de propicia quietud y esperanza, podían existir odios en el mundo, caras desencajadas y gritos de ira salvaje?
Llegando al sitio, estaban allí una joven mujer y un hombre en silencio y el pequeño ser recostado entre hierbas en una cuna de piedra (pesebre) todo era tan sencillo luz, pan y amor, era como el corderillo que ellos adoraron.
Los pastores leyeron en los ojos de sus padres María y José, esa alegría simple y trémula observada sólo en las miradas de los pobres.
Durante dos meses siguientes en Judea, llamados “los meses del silencio” todo el mundo queda en casa y duermen los campos y también cesa el comercio, Belén y la región olvidaron verdaderamente la demostración y la gloria de los tres personajes de la colina.
Tiempo después de la venida tan manifiesta de Jesús, a pesar de su muerte que es vida,
Él permanecerá oculto, muy difícil de descubrir a veces en algún establo o tugurio, pero más fácil, para quienes le buscan humildemente tras los pastorcillos de Belén.
Bibliografía:
Biblia de Jerusalem
Alzin Josse: Jesús de Nazarteh
Rodríguez Garcés C. A: Los Anawin
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