Apr 4, 2008

135 - CINCUENTENA PASCUAL

P. Álvaro Botero Álvarez
sacerdote eudista cjm.
Barranquilla Colombia.
“¿Y eso?… ¿Qué vaina es?”…me preguntan aquí en la arenosa… “Cuarentena”, sí es palabra conocida y con una connotación negativa, suena a enfermedad, a proceso de sanación, y precisamente ese fue el sentido de la CUARESMA, la cuarentena eclesial que acabamos de vivir.
Ahora, desde la noche “en que rotas las cadenas de la muerte, Cristo asciende victorioso del abismo”, hasta el día cuando el Padre envía al Espíritu Santo para llevar a plenitud el sacramento pascual, celebramos los cincuenta días, la cincuentena, durante los cuales “el mundo entero desborda de alegría con esta abundante efusión de gozo pascual”.
Si cuarentena tiene una connotación, como decíamos, de tiempo de examen médico, de sanación, cincuentena o tiempo pascual es todo lo contrario, vida nueva, resurrección, alegría y gozo, que tomó en lengua griega el nombre de “PENTECOSTÉS”.
Hasta hubo un tiempo, en la edad media (¿?) durante el cual los predicadores echaban sus chistes para hacer reír a la asamblea todavía afligida por las penitencias cuaresmales.
Estos días “de abundante efusión de gozo pascual” convendría meditar el maravilloso poema que tiene más de quince siglos, el Pregón Pascual, himno con el que se bendice el cirio en la noche de pascua.
Allí se dan los motivos de nuestra alegría:
- La inmolación del Cordero y la Salida de Egipto
(la primera u original pascua)
- La inmolación del Verdadero Cordero
(Cristo Nuestra Pascua ha sido inmolado)
- La Columna de Fuego en el caminar de los cuarenta años del desierto.
- Rotas las cadenas de la muerte Cristo asciende victorioso del abismo (sheol)
- Los creyentes somos arrancados de los vicios…restituidos a la gracia, nuestro paso, nuestra pascua
- “Alégrese entonces nuestra madre la Iglesia”…
Pero la alegría que desborda en el mundo entero no puede ser de sólo veinticuatro horas o de una semanita (hasta la “octava”). Es la máxima plenitud: 7 x 7 + 1 = 50.
La totalidad del 7 llevada al cuadrado y algo más, la ñapa, cuarenta y nueve más uno,
¿qué más quiere?
Eso es la cincuentena pascual: siete semanas de Pascua.
En estos días desbordantes de alegría la Palabra de Dios nos anuncia la novedad de la pascua, haber llegado a la meta, el camino del Antiguo Testamento, que recordamos primero en adviento y ahora en cuaresma queda atrás.
Ahora sólo leemos el Nuevo Testamento y tres libros fundamentales:
1- El evangelio de Juan.
2- Hechos de los Apóstoles.
3- Apocalipsis.
La Iglesia nacida del costado de Cristo dormido en la Cruz va creciendo, se va expandiendo, se constituye la comunidad en Jerusalén, los primeros miles bautizados tras el discurso de Pedro…sale a Samaria, llega a Antioquía donde recibimos el nombre de Cristianos…llega a Roma, allá Pedro y Pablo con su sangre se unen al martirio del Cordero; todo un proceso histórico que los Hechos de los Apóstoles van recordando domingo tras domingo, día tras día.
Lo que Lucas nos narra en su estilo histórico, narrativo y de testigo presencial muchas veces nos lo cuenta también a su manera otro testigo, el amado Juan.
Su evangelio nos presenta a Cristo, el Señor, el Resucitado, como el Maestro, el Buen Pastor que da la vida por sus ovejas, quien nos trae la paz y con ella la reconciliación, el gozo y la alegría de Pascua.
A partir de la quinta semana cada día vamos a meditar el gran sermón de la despedida de Jesús (Juan capítulos del 13 al 17) para terminar con la “oración sacerdotal”.
La conclusión del evangelio de Juan con la misión de Pedro y de la Iglesia (Juan 21) se nos presenta el viernes y el sábado anteriores a Pentecostés, indicando así cómo se inicia el nuevo seguir a Jesús hasta la muerte.
El domingo siguiente, el día quincuagésimo, recibe ya desde la tradición del Antiguo Testamento, el nombre de Pentecostés.
La Iglesia nacida en el calvario cuando Cristo al morir derrama sobre ella el “Espíritu” (Juan 19,30) recibe de nuevo el “soplo” de Jesús sobre los discípulos, reunidos el día primero de la semana y así derrama sobre ellos el Espíritu Santo.
Lo ocurrido entonces en el calvario y en el encerramiento del cenáculo, se manifiesta al mundo entero, cuando a los cincuenta días el “soplo” (“una ráfaga de viento impetuoso”, Hechos 2,2) y el fuego del Espíritu santo, “para llevar a plenitud el misterio pascual”, congregó en la confesión de una misma fe a todos los pueblos de la tierra (qué buena lección de la geografía de entonces nos deja el evangelista Lucas).
Llega a su plenitud el misterio pascual, llega a su plenitud la cincuentena pascual, dichoso período de Pentecostés, pues más que un día son cincuenta días de abundante efusión de gozo pascual. “Éste es el día que hizo el Señor, sea nuestra alegría y nuestro gozo”.
¡ALELUYA! ¡ALELUYA! ¡ALELUYA!

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