Existían dos formas de tratar los cadáveres, la una mediante la inhumación y la otra mediante la incineración preferida por los reyes de Hatti en su época imperial, según el ritual conservado.
Las complejas ceremonias del funeral duraban dos semanas, muchos investigadores coinciden en que esta costumbre se ve reflejada en los funerales de Héctor y de Patroclo como escribió Homero en su Ilíada.
Después de sacrificar animales (corderos, bueyes y caballos) junto a la pira, se colocaba el cadáver del personaje real en lo más alto de esta y se encendía la hoguera que ardía por largas horas.
“Ya habían lavado y colocado en su lecho el cadáver de Patroclo, y sollozando dieron tres vueltas alrededor del cadáver con los caballos de hermoso pelo; Tetis que se hallaba entre los guerreros les excitaba el deseo de llorar. Regadas de lágrimas quedaron las arenas, regadas de lágrimas se veían las armaduras de los hombres. Y Aquiles comenzó entre ellos el funeral lamento colocando sus manos sobre el pecho de su amigo y diciendo:
“Alégrate, ¡oh Patroclo, aunque estés en el Hades! Ya voy a cumplirte cuanto te prometiera: he traído arrastrado el cadáver de Héctor que entregaré a los perros para que lo despedacen cruelmente y degollaré ante tu pira a doce hijos de troyanos ilustres, por la cólera que me causó tu muerte.” Tendió Aquiles el cadáver de Héctor boca abajo en el polvo, junto al lecho de Patroclo y los guerreros se quitaron la luciente armadura de bronce y se sentaron en gran número frente a la nave de Aquiles, que les dio un banquete funeral espléndido. Muchos bueyes blancos, ovejas y balantes cabras palpitaban al ser degolladas; gran abundancia de grasos puercos, de albos dientes, se asaban extendidos sobre la llama de Hefesto y en torno al cadáver la sangre corría en abundancia por todas partes”
La Tierra Negra era concebida como una ciudad amurallada, en cuyo interior existían grandes calderos de bronce sometidos al fuego eterno, donde se consumía el mal y los muertos no eran más que polvo.
Esto nos lleva a ver la semejanza con el Cielo y el Infierno cristianos, muy probablemente fue aquí donde se inspiraron los Padres de la Iglesia.
En los pueblos de la llanura mesopotámica, el ritual funerario babilónico, se caracterizaba porque el cadáver real con sus acompañantes era colocado en una tumba excavada en la tierra con una profundidad entre los nueve y los doce metros. Una vez sellada la puerta se realizan sacrificios en el pequeño patio delante de la entrada. Después se rellena éste de tierra hasta que queda a nivel del piso sobresaliendo tan sólo una cúpula. Se encendían hogueras alrededor de la cúpula y se celebran los funerales derramándo las libaciones para los difuntos por un conducto de arcilla que penetraba en la tierra a un lado de la tumba, encima de ésta se construía un edificio subterráneo. En los distintos pisos de este edificio se realizaban ofrendas y nuevos sacrificios humanos. Normalmente, cuando el Rey fallecía, toda la Corte le acompañaba en ese viaje al Más Allá.
Las excavaciones revelan que estos hombres se sacrificaban de forma voluntaria por su Rey-dios al que habían jurado servir en este plano o en el otro.
La ceremonia está superpuesta en la Naturaleza y en el Cosmos.
Pero el hombre parece que ha olvidado o no quiere acordarse de que él forma parte también de la Naturaleza y el Universo, que nadie escapa del Plan Divino de Evolución.
EL hombre actual, prisionero del materialismo, crispado por el stress y esclavo de sus odios, deseos y pasiones, no encuentra la tranquilidad de espíritu necesaria para poder vivir la Vida como una ceremonia. Cuando el hombre viva de forma más natural, tal vez encuentre el equilibro, la armonía y la ceremonia en su interior, como la hallaron estas civilizaciones del pasado.
Bibliografía
Biblia de Jerusalem
Fustel de Coulange: La ciudad antigua
Homero: La Ilíada y la Odisea
Publio Virgilio Marón: La Eneida
Renault Mary: Juegos funerarios
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