Mar 23, 2011

212 - EL CRUCIFIJO SEGUN EL ARTE

Al contemplar nuestra historia comprendemos que somos un pueblo hijo de tres o cuatro ideas fundamentales.
De Israel aprendimos a diferencia de la mitología de las antiguas culturas, el concepto de monoteísmo, creer en un solo Dios verdadero.
De Grecia nos ilustramos que existe un Logos en el mundo y que nuestra inteligencia es capaz de penetrar en Él y que nuestro lenguaje es apto parta expresarlo.
De Roma comprendimos que hay que hacer sociedad con valores firmes y uniformes a la vez que formamos un ejército de ideales de conquista.
Del cristianismo asimilamos que el Logos se hizo carne, habitó entre nosotros y dio su vida por cada uno de nosotros.
De todo esto como herencia nos queda el concepto de dignidad de las personas (hombres, mujeres y niños) y la confianza en la razón – logos no sólo para dominar el mundo sino para comprender una religión que no va contra nuestra naturaleza.
El crucifijo no pudo venerarse públicamente en la época post apostólica por temor a los escarnios y a las persecuciones, motivo por el que hay ausencia de una documentación arqueológica.
El arte paleocristiano deriva del románico alto con una ascendente espiritualidad.
Para que los fieles pudieran reverenciar al Maestro adoptaron la alegoría, el símbolo, y, aún apelaron al sincretismo para despistar al Imperio en época de persecución, utilizando figuras de la mitología como Ulises u Orfeo al convertirlas en “David o el moscóforo en “El buen Pastor






El símbolo preferido fue el cordero al que colocaron todos los atributos de Jesús.
En el siglo IV apareció el monograma de Cristo, anagrama o Crismón, utilizado en los sarcófagos paleocristianos. De acuerdo a Eusebio de Cesarea y Lactancio, este consistía en las letras griegas Χ y Ρ (ro) aunque en otras versiones, la última se sustituyó por la letra Τ (tau) o por una pequeña cruz latina. Tiempo despues le añadieron las letras α (alfa) y Ω (omega) que representan el principio y fin de todas las cosas, como lo es también en esta religión, Cristo.
Este cristograma comenzó a aparecer en las monedas romanas después del Edicto de Milán en 313 con el que el Emperador Constantino establecía la libertad de culto para los cristianos. Hacia el siglo V una vez aceptado el cristianismo como religión oficial del imperio, la Cruz es exhibida en público sin más detalle.
Por el siglo VI se introduce el cordero con el signo de la redención sobre su lomo y después lo veneran recostado sobre el ara al pie de la Cruz, luego su costado aparece rajado y sangrando y por último se halla en la clave del leño, según una descripción del monje Rábula.
De esta misma época en la Cruz Vaticana, además de cordero con nimbo cerrado en dos medallas, trazaron el Redentor en la ampolletas del Tesoro de Monza. Jesús lleva nimbo crucífero.
Tiempo después en la Iglesia de San Esteban colocan a Jesús sobre una cruz gamada en medio de dos ladrones y encima el sol y la luna.
Más tarde el Hijo aparece de pie con los brazos extendidos en posición horizontal pero sin cruz. Paulatinamente fue avanzando hacia la representación del crucifijo y cuando se decidieron a adoptarlo como atenuante, añadieron la Resurrección.
Los crucifijos más antiguos corresponden al culto privado a cuyo género pertenece el del Evangeliario siriaco de 598 d. C. de la Biblioteca Laurentina de Florencia.
Cien años después El Concilio Ecuménico acordó la preferencia de la pintura o representación histórica sobre la simbólica del anagrama o crismón parta ser venerado en público.
Adriano I en época carolingia, ratificó los decretos del Concilio de Nicea de 787 acabando con las controversias en torno a la veneración de imágenes.
Según se desprende del texto de Anastasio, la figura del Salvador aparece esculpida en bajorrelieve.
Es probable que acorde a la costumbre romana, el Salvador debió ser crucificado desnudo como se exhibían a todos los condenados a muerte.
De acuerdo a San Ambrosio y a San Agustín, la iglesia por pudor acordó vestir la imagen colocándole el colobium o túnica sin mangas que descendía hasta las extremidades inferiores, con una especie de cinturón que viene pendiente desde los riñones como proyectando el crucifijo moderno desde las representaciones del siglo VIII.
Ya por el siglo X, el vestido que cubría todo el cuerpo se redujo a una enagüilla sujeta a la cintura, tradicionalmente trazaron el crucifijo como le conocemos hoy día. Esta representación final se observa en el donado por el emperador Carlo Magno a la Basílica de San Pedro.
Una desviación como afrenta albigense, colocó la cruz en forma de pata de oca con los brazos angulados hacia arriba, posible influencia en las representaciones germánicas.
Su aspecto pietista reveló la agonía y el cadáver, imágenes ligadas y ancladas al viernes de pasión, tal vez anulando en el imaginario colectivo el emblema de su inmortalidad en la Resurrección.
En la cruz fue torturado y muerto el inocente. Él entregó su vida por amor a la humanidad, allí nos amó hasta el extremo. Él libremente entregó la vida, no se la arrebataron; Él decidió anunciar la buena noticia del reino en medio de una sociedad que destruía la verdadera vocación humana”.
Todo este trasegar en el arte por veinte siglos de historiadura, nos indica que en el fondo hay una pluralidad invitada a converger en un punto central, el Hijo del Padre se encarnó en la humanidad, que lo ha interpretado de diferentes maneras acorde con su etnia, idioma, costumbre, geografía, política, sociología, psicología e interés personal, pero que debe vivir su enseñanza en la construcción del Reino, Redención o Cielo.
Contemplar a Jesús en la cruz nos refiere a las cruces que viven los hombres y mujeres de hoy. "Contemplar a Jesús en la cruz nos recuerda nuestra identidad”.
Hay que sobrepasar la dogmática y encaminar los esfuerzos de unión ecuménica hacia ese mandato del Salvador. “Que todos sean uno con un solo Dios y una sola Iglesia de Cristo”.

Bibliografía a solicitud.

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