Jun 21, 2012

228 - ABBA Y EL REINO, INSEPARABLES

A medida que avanzaba el conocimiento del misterio del Reino, se percibía con más claridad que Jesús, en definitiva, estaba hablando de Dios. Bajo esta imagen del  reino encontramos el actuar mismo de Dios (el reinar divino) su soberana actividad liberadora, Dios mismo totalmente preocupado por la salvación del hombre. Detrás de la preferencia por los pobres y los pecadores se iba delineando, bajo la imagen del Reino, cada vez con más claridad el rostro de un Dios que se nos hace encontradizo en nuestro presente y se introduce en el entramado de nuestra historia. 
Jesús respira la gozosa certeza de esta cercanía.
Se percibía que Jesús hablaba de Dios a medida que su claridad se expresaba en su actuar y en su predicar. En su preferencia por los marginados pobres y pecadores se va develando el rostro de un Dios que se hace encontradizo introducido en la historiadura humana y que percibimos en nuestro presente.
Hay dos días que no podemos maniobrar, el ayer y el mañana, así que el Reino de Dios nos habla del presente continuo en que edificamos nuestra vida.
Siendo un judío nunca pretendió fundar una nueva religión, él como predicador se convertiría en predicado. No conoció otro Dios que Jahvé, nombre dado a Moisés en el Sinaí para el pueblo hebreo.
En su intimidad con el Padre nunca se refirió a una relación diferente a la de su Hijo, vivió una experiencia de Dios de tal profundidad y transparencia que a través de los siglos la historia religiosa recibió de él una impronta indeleble.
Más allá de nombrar a Dios como Padre demuestra tal penetración de comunión que a diferencia de muchas religiones orientales en que se atribuye con un genérico al Dios supremo, Jesús en su arameo familiar le trata con el diminutivo “abbá”, vocablo empleado por los niños hacia sus progenitores.
En esa intensa e inmodificable expresión de Jesús para hablar de Dios o  para hablar con Dios, surgiría una afrenta de irreverencia y blasfemia,  pues jamás la piedad hebraica se atrevería a llamar a Dios con tanta confianza al decir papito. Esto anularía el rigor del tono solemne que indicaba distancia entre Dios y el hombre. Sin embargo sus discípulos impresionados asumieron este apelativo y se apropiaron de esta forma aramaica usada en sus oraciones cristianas creyendo haber heredado del Maestro el núcleo de su fe en Jahvé.
El mismo los había exhortado como recuerda Lc: 11,2 “Cuando oréis, decid: Padre  (posiblemente, Abbá)
Aunque conocía muchos nombres de Dios que la tradición le ofrecía: Eheyé Asher Eheyé, Yahvé, El, Betel, Sebao, Adonaí, Elohim, OlamRoyShalom, Shadai, Elyón, de acuerdo a las diferentes regiones y épocas, lo nuevo de Jesús es mostraros sólo un Dios no desde las categorías helenísticas, lejano, severo, vengativo y terrible como Zeus o el Dios de los judíos, sino cercano, misericordioso y de amor preocupado por su pueblo.
Lo novedoso es que lo tomó no de la sinagoga ni de los rabinos del Templo sino de la vida cotidiana de su aldea familiar, de la boca de los niños que llaman a su progenitor papá, del que se apropia para expresar lo que pensaba de él y lo que era para sí mismo, Abbá es el sello tierno y creador del nuevo rostro de Dios que identifica su mensaje del Reino.
Conviene recordar que es a la luz de aquel mensaje como Abbá debe ser interpretado, para no correr el riesgo de vaciarlo de su densidad histórico-salvífica, reduciéndolo a una fórmula intimista y sentimental”.
El amor del Abbá es tierno y creador al mismo tiempo.
En las religiones humanas este rostro de Dios no es común, para los griegos, la divinidad por su trascendencia, permanece extraña e indiferente a las vicisitudes humanas o para los judíos sólo se interesa por las miserias de su pueblo, Israel, como el Dios del pueblo elegido.
El hombre por natural inclinación tiende a no dar crédito a un Dios tal y opta por un Dios que sea, ante todo, alguien que castiga y recompensa, pero Jesús lo presenta como un Dios en quien la ternura es el primer calificativo de la justicia y el poder, en quien no existe más justicia y poderío que el amor.
¿De dónde sacó Jesús la certeza de que el Reino está cercano a los hombres y ofrece inimaginables posibilidades de salvación para los más necesitados
¿Acaso no de la excepcional experiencia de Dios que él había vivido como  Abbá suyo y de todos?
Es justamente sobre la base de este descubrimiento personal del amor paterno de Dios como Jesús podrá anunciar en el mundo la palabra de esperanza del Reino. La buena noticia (evangelio) de la cercanía de Dios a los pobres, él la adquiere por medio de su originalísima experiencia. La revelación que Jesús hace del misterio del Reino a los pequeños está precedida y posibilitada por la revelación que el Abbá le ha hecho a él.
Detrás de la predicación de Jesús está la revelación de Dios a aquel que es su Hijo; y se trata, no de un conocimiento intelectual, sino de una experiencia personal, que podríamos llamar de familia.
En la palabra Abbá y en la fórmula Reino de Dios tenemos seguramente el mejor y más expresivo resumen de la vida de Jesús y su sentido. El primer mensaje de estas dos palabras es su vinculación e inseparabilidad. El Abbá es una manera de designar a Dios. El Reino es una manera de ver la vida humana.

Bibliografía a solicitud
Biblia de Jerusalem

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