En el nombre
del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén. Es el inicio de la
Eucaristía y de muchas prácticas
religiosas y cotidianas, sin damos cuenta de lo que significa, a lo mejor porque
hundidos en esta sociedad neoliberal de consumo y prisa, nos
parece que santiguarnos no es
rezar, sino un simple gesto para rezar.
A veces no es un simple garabato aéreo apenas identificable; lo hacemos correctamente, sin detenernos, sin prestar atención, porque debemos rezar el Avemaría o el Padrenuestro o vamos a la misa dominical.
Sin embargo, ignoramos esos escasos minutos de oración tan intensos, tan concentrados, como el hacer la señal de la cruz.
A veces no es un simple garabato aéreo apenas identificable; lo hacemos correctamente, sin detenernos, sin prestar atención, porque debemos rezar el Avemaría o el Padrenuestro o vamos a la misa dominical.
Sin embargo, ignoramos esos escasos minutos de oración tan intensos, tan concentrados, como el hacer la señal de la cruz.
En
castellano existen dos verbos y dos gestos: santiguarse
y persignarse. Santiguar es
una derivación popular de santificare; las
dos formas coexisten en la lengua con significados diferentes, aunque su
etimología se presta a la comprensión.
Están en la misma relación que mortificar y amortiguar, multiplicar y amuchiguar, testificar y atestiguar verificar y averiguar, pacificar y apaciguar.
Gn 38, 18.25 Ya el patriarca Judá llevaba su sello personal colgado de un cordel.
Gn:41,2 El Faraón se quitó el sello de la mano y se lo puso a Jose, delegando en él su autoridad imperial.
Santiguar equivale a santificar o consagrar: su representación es una cruz y una invocación trinitaria. Persignarse es aumentativo o factitivo, como persuadir, perseguir, perturbar. Se ha reservado a la triple cruz, en la frente, en la boca y en el pecho.
Pronunciamos
una súplica de protección: Por la señal de la santa cruz de nuestros enemigos líbranos
Señor. Es una función protectora, frente a función consagratoria,
del signarse o santiguarse. La señal es un uso cultural muy antiguo, que conserva su validez en
nuestros días. Señal, marca, contraseña, etiqueta, reborde,
broquel, etc.: la pluralidad de sinónimos indica la presencia multiforme
de dicha práctica.
Las
excavaciones en territorios del Oriente Antiguo han sacado a la luz asas
de cántaro con letras o signos grabados, que identificaban al productor o
el dueño de dicha mercancía. Son innumerables los sellos en forma cilíndrica provenientes de
Mesopotamia y otros en forma de escarabajo provenientes de Egipto. El grabador elaboraba un diseño en negativo, trabajo de
miniatura, a veces delicado. Un cilindro rodado sobre un material blando
dejaba impresa la escena en positivo. Los potentados llevaban sellos de anillo, o pendientes del
cuello o de la muñeca. Podían pertenecer al rey, a un
ministro, a un secretario, y se empleaban con valor jurídico en los documentos. La
delegación de autoridad podía ir acompañada de la cesión del sello
personal. También el Antiguo Testamento documenta dicha costumbre como algunas citas lo describen.
Gn 38, 18.25 Ya el patriarca Judá llevaba su sello personal colgado de un cordel.
Gn:41,2 El Faraón se quitó el sello de la mano y se lo puso a Jose, delegando en él su autoridad imperial.
1Re:21,28
Jezabel escribió unas
cartas en nombre de Ajab, las selló con el sello del rey y las envió a los concejales
y notables de la ciudad. El Doctor Marjo Korpel, un erudito del Antiguo Testamento de la Universidad de Utrecht, ha publicado in estudio detallado sobre un sello del siglo IX a.C. que perteneció probablemente a la infame Reina Jezabel.
Est:8,8; cfr. 3, 12 El rey Asuero dice a
Ester y a Mardoqueo: Vosotros escribid en nombre del rey lo que os parezca sobre los
judíos y selladlo con el sello real, pues los documentos escritos en
nombre del rey y sellados con su sello son irrevocables.
Jr:22,24
Jeremías usa la imagen del sello para indicar una pertenencia muy personal
del rey al Señor: ¡Por mi vida, Jeconías, aunque fueras el sello de mi
mano derecha, te arrancaría!.
Ag:2,23 Según el
profeta Ageo, el Señor dice a Zorobabel: Te haré mi sello, porque te he elegido.
Así se indicaba la procedencia y la pertenencia: un edicto emanado del rey, una casa propiedad de un
personaje. La costumbre pervive en nuestros días con cambios accidentales.
Gran parte de la publicidad, sí no toda ella, se monta sobre la marca,
que el consumidor debe reconocer. Vemos una circunferencia con
tres radios y reconocemos la marca del coche. Lo mismo sucede
con detergentes, licores y películas.
Existe la marca o marco de calidad. Pero
también pone uno una marca, un ex-libris, en sus libros y se bordan unas
letras en sábanas o pañuelos. La costumbre moderna es tan sabida, tan
consabida, que hasta podemos recibir su impacto de forma subliminar. Y por
ella entendemos sin dificultad bastantes textos de la Biblia.
Marca y señal en la Biblia, algunos
cuantos textos marcan la marca la posesión o tienen función protectora.
Gn 4, 15 El Señor marcó a Caín, para que no lo matara quien lo
encontrara. Esa señal indica que está bajo la jurisdicción directa del Señor y que a nadie le está permitido hacer justicia en el
homicida. Ezequiel desarrolla el tema en una visión.
Marca, en hebreo, se dice tau, o sea, la letra tau,
que antiguamente se escribía con dos trazos en cruz. El escribano
va marcando la tau, la cruz, en la frente; una señal que significa fieles al Señor, y en virtud de la cual se salvan de la matanza. Es una garantía patente que han de
respetar los verdugos.
Ex:12,23 Algo parecido a aquella
marca de sangre en jambas y dinteles de las puertas, cuando por las vías
de Egipto pasaba el exterminador cobrando tributo de primogénitos.
Ex:28,36-37 El sumo sacerdote ostentaba una diadema con una joya en la cual
estaba grabado Consagrado al Señor.
Jos:2,18 O como la cinta roja en la casa de
Rajab, junto a la muralla de Jericó, que sirvió para salvar a toda
la familia.
Job:31,35 él recita su alegato y
después se lo entrega a Dios diciendo: Aquí está mi firma! o mi marca.
El Isaías
Segundo anuncia la restauración del pueblo, su entrega al Señor:
Is:44,5: Uno dirá: Soy del Señor, otro se pondrá
el nombre de Jacob; uno se tatuará en el brazo: Del Señor, y se apellidará Israel. Como
el propietario marcaba en el asa del cántaro su nombre, en señal de
propiedad, así los
israelitas se marcan en el brazo el nombre de su Señor y dueño.
Is:49, 16 En mis palmas te llevo tatuada, tus muros están siempre ante mí. Como si llevara debajo de la piel un diseño de la
ciudad para recuerdo imborrable. Está también la marca protectora.
Ct:2,16 Es lo que ha dicho en
otros términos: Mi amado
es mío y yo soy suya. Es la unión del amor, fuerte
como la muerte. El queda marcado con ella, para siempre.
El poeta
del destierro aprovecha audazmente la imagen a Dios. Jerusalén, la ciudad
que personifica al pueblo, es la esposa del Señor. Se queja de que su
marido la haya olvidado, y él protesta.
Ct:8,6 Hacia el final del Cantar de
los Cantares, ella habla apasionadamente: Grábame como un sello en tu brazo, como un sello en tu corazón. Quiere ser plenamente del otro, estar en él sin separarse
jamás. No le pide que grabe su nombre en brazo y corazón, sino dice: grábame a mí, para ser totalmente
tuya.
Ez:9,1 Por sus pecados Jerusalén
está condenada, y el Señor despacha a los ejecutores de la sentencia. Conviene leer el texto: Entonces
le oí llamar en voz alta: Acercaos, verdugos de la ciudad, empuñando cada uno su arma mortal. 2: Entonces aparecieron
seis hombres por el camino de la puerta de arriba, la que da al
norte, empuñando mazas. En medio de ellos un hombre vestido de lino, con los avíos de escribano a la cintura. 3: Al llegar se detuvieron junto al altar de bronce. La gloria del Dios de
Israel se había levantado del querubín en que se apoyaba, yendo a ponerse
en el umbral del templo. Llamó al hombre vestido de lino, con los avíos de escribano a la cintura, 4: y le dijo
el Señor: -Recorre la ciudad, atraviesa Jerusalén y marca en la frente a los que
se lamentan afligidos por las abominaciones que en ella se cometen. 5: A los otros les dijo en
mi presencia: -Recorred la ciudad detrás de él, hiriendo sin piedad ni compasión. 6: A viejos, mozos y
muchachas, a niños y mujeres, matadlos, acabad con ellos; pero a ninguno
de los marcados lo toquéis. Empezad por
mi santuario.
Ap:7,2: El Apocalípsis recoge y transforma la escena de Ezequiel: 1: Vi después un ángel que subía de oriente
llevando el sello de Dios vivo. 2:
Con un grito estentóreo dijo a los cuatro ángeles encargados de dañar a
la tierra y el mar: 3: -No
dañéis a la tierra ni al mar ni a los árboles hasta que marquemos en la
frente con el sello a los siervos de nuestro Dios. 4: Oí también el número de los marcados: ciento cuarenta y
cuatro mil de todas las tribus de Israel. El hijo lleva el nombre del padre, de quien procede: Ezequiel hijo de Buzi, Jeremías hijo de Jelcías. El templo
lleva el nombre del Señor; los altares se dedican invocando el nombre del
Señor. La
bendición se realiza imponiendo, invocando el nombre del Señor sobre
la comunidad.
En el
Nuevo Testamento apreciamos
Ef:1,13: Oyeron el mensaje de verdad y el
anuncio de su salvación y creyeron en Cristo, fueron unidos a él y sellados como
propiedad de Dios por medio del Espíritu Santo.
Ef:4,30 No irritéis al Espíritu de Dios,
que os selló para el día de la liberación.
La señal de la Cruz es para los cristianos el símbolo de su salvación.
Así
de grande es la señal de la cruz y el nombre trinitario sobre esa
criatura, que empieza a ser superhombre, hijo de Dios marcado para siempre.
El Padre Gaspar Astete s.j. da inicio a su Catecismo exponiendo la Santa Cruz como lugar elegido por Dios Nuestro Señor para liberar al mundo del pecado. Para el buen cristiano es indispensable signarse y santiguarse bien, y continuamente, sin embargo, es importante que no lo hagamos como algo mecánico, sino que podamos vivir este hermoso signo y aplicarlo según el fin para el cual es concebido por la Iglesia.
Marcamos nuestra
actividad y nuestro reposo, gozos y dolores con la señal de la cruz y el
nombre trinitario, y así vamos realizando nuestro ser cristiano a lo largo
de la vida.
Y también nuestra muerte será
marcada con la señal de la cruz.
Al empezar la Eucaristía, nos santiguamos en el nombre del Padre y del Hijo y del
Espíritu Santo. Y el sentido trinitario de la celebración eucarística, que
volverá a expresarse en varios momentos, queda proclamado desde el
principio.
Bibliografía
Biblia de Jerusalem
Luis Alonso Schökel: "La señal de la Cruz"
Astete Gaspar: "El Catecismo de la Doctrina Cristiana"
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