Tras los humildes pastores, acudían los grandes representantes
del mundo antiguo. Durante meses habían escrutado el desierto y las estepas de
la medialuna fértil, siguiendo a un astro que iba delante de ellos. En la
polvareda del arenal no era solo un grupo de hombres importantes y algunos criados a camello quienes buscaban a un pequeño príncipe.
De todos modos en Belén fue donde los ojos claros y
penetrantes de estos extranjeros en la narración teológica, debieron ver
su rostro.
En la composición de esta escena heterogénea del texto
mateano, se describe:
1- Herodes un rey tirano, soberbio constructor al servicio del imperio romano, quien eliminaría a todo aquel que se opusiera en su camino. Había mandado matar a sus mujeres e hijos como a parientes y personajes de su corte.
1- Herodes un rey tirano, soberbio constructor al servicio del imperio romano, quien eliminaría a todo aquel que se opusiera en su camino. Había mandado matar a sus mujeres e hijos como a parientes y personajes de su corte.
2- Allí estaban unos ilustrados con autoridad, conocimientos
filosóficos, astronómicos y poéticos, que venían de tierras lejanas a saludarle.
3- Y un pequeño rey pobre y desconocido enviado por el Dios Padre.
3- Y un pequeño rey pobre y desconocido enviado por el Dios Padre.
Antes de que los pastores creyentes hubieran conocido el mensaje por el Ángel, (pues para ellos el movimiento de un astro no significaba nada), para los sabios paganos, la recomendación del mensajero no la hubieran creído, convenía un acontecimiento de la naturaleza celestial.
Para los antiguos las predicciones de adivinos y astrólogos eran de gran credulidad en las cortes, el augurio del nacimiento de un rey o de un personaje importante dentro de una cultura de Oriente significaba un suceso real.
El cuarto libro de Moisés había hablado de esa estrella, los impacientes judíos mesiánicos habrían trepado por los montes para verla en la nocturna oscuridad, donde las constelaciones lucen como unos ojos sin pestañas.
El pueblo de Dios emigrado en Oriente, había divulgado tal vez entre aquellas remotas regiones su confianza. Esa estrella por sobre la tierra judaica la habrían adivinado los sabios, era la que se esperaba ver desde hacía muchos años. Quien la proyectó ante su vista podría también iluminar su mente para que ellos reconociesen a su Dios.
Los sabios llegaron a Jerusalem, a donde el rey idumeo, proclamando el nacimiento del niño rey a quien iban a adorar.
Venir de tan lejos, tener por guía un astro creado exprofeso, y perderle de vista un instante, mientras tenían el tiempo justo de contar y alborotar a Herodes, a los doctores de la Ley, a los grandes jefes de las 24 familias sacerdotales con sus apasionantes relatos que los maestros Hillel y Haccana encontraron confirmados por las Escrituras.
"Es en Belén donde ha debido nacer el nuevo rey, pues así está escrito por el profeta: Y tú Belén tierra de Judá, de ninguna manera eres la menor entre las ciudades de Judá, porque de ti saldrá el que ha de regir mi pueblo de Israel"
Salieron de Jerusalem los sabios por entre las estrechas calles, su cortejo con extraña indumentaria, los animales enjaezados y el desconocido idioma, hubieron de producir sensación. Luego de encontrar el astro nuevamente, se había posado sobre la techumbre de un pobre tugurio donde encontraron al niño en un pesebre.
A diferencia de la maldad que Herodes haría con la muerte de los inocentes, los extraños sabios trajeron regalos.
Bibliografía a solicitud.
Biblia de Jerusalem
Para los antiguos las predicciones de adivinos y astrólogos eran de gran credulidad en las cortes, el augurio del nacimiento de un rey o de un personaje importante dentro de una cultura de Oriente significaba un suceso real.
El cuarto libro de Moisés había hablado de esa estrella, los impacientes judíos mesiánicos habrían trepado por los montes para verla en la nocturna oscuridad, donde las constelaciones lucen como unos ojos sin pestañas.
El pueblo de Dios emigrado en Oriente, había divulgado tal vez entre aquellas remotas regiones su confianza. Esa estrella por sobre la tierra judaica la habrían adivinado los sabios, era la que se esperaba ver desde hacía muchos años. Quien la proyectó ante su vista podría también iluminar su mente para que ellos reconociesen a su Dios.
Los sabios llegaron a Jerusalem, a donde el rey idumeo, proclamando el nacimiento del niño rey a quien iban a adorar.
Venir de tan lejos, tener por guía un astro creado exprofeso, y perderle de vista un instante, mientras tenían el tiempo justo de contar y alborotar a Herodes, a los doctores de la Ley, a los grandes jefes de las 24 familias sacerdotales con sus apasionantes relatos que los maestros Hillel y Haccana encontraron confirmados por las Escrituras.
"Es en Belén donde ha debido nacer el nuevo rey, pues así está escrito por el profeta: Y tú Belén tierra de Judá, de ninguna manera eres la menor entre las ciudades de Judá, porque de ti saldrá el que ha de regir mi pueblo de Israel"
Salieron de Jerusalem los sabios por entre las estrechas calles, su cortejo con extraña indumentaria, los animales enjaezados y el desconocido idioma, hubieron de producir sensación. Luego de encontrar el astro nuevamente, se había posado sobre la techumbre de un pobre tugurio donde encontraron al niño en un pesebre.
A diferencia de la maldad que Herodes haría con la muerte de los inocentes, los extraños sabios trajeron regalos.
Bibliografía a solicitud.
Biblia de Jerusalem
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