Los ángeles habían anunciado su venida y la gloria del Señor iba a resplandecer como el primer día de la Creación, cuando Dios exclamó entre
tinieblas: “Sea la Luz”
Era la época de la Pax Romana de Augusto César en su 42 año de reinado. La explotación de las colonias del Imperio generaban injusticia, humillación, esclavitud sobretodo en los pueblos de la cuenca oriental del Mediterráneo. La familia de Jesús era pobre: pero tenía consigo, las fuentes, los arroyos, las estrellas y las montañas, los marginados miraban que la debilidad de Dios es más fuerte que el poderío de los hombres.
Era la época de la Pax Romana de Augusto César en su 42 año de reinado. La explotación de las colonias del Imperio generaban injusticia, humillación, esclavitud sobretodo en los pueblos de la cuenca oriental del Mediterráneo. La familia de Jesús era pobre: pero tenía consigo, las fuentes, los arroyos, las estrellas y las montañas, los marginados miraban que la debilidad de Dios es más fuerte que el poderío de los hombres.
El 93% de la población era necesitada debido a los altos impuestos
del Imperio y los diezmos del Templo.
Existía por debajo de este nivel socioeconómico un
grupo de desposeídos que no contaban con tierra ni con nada, eran
llamados anawin, formado por los pastores, las viudas, los huérfanos, las
prostitutas, los leprosos y los extranjeros. Todos ellos en sus sueños
esperaban al Mesías Rey.
En toda la llanura de Belén reverdecía la yerba, pacían
ovejas y animales de cornamenta destinados al sacrificio del Templo. Era la
tierra recordada del joven David cuando cuidaba los rebaños de su padre y
sofocaba a los leones.
Esa noche precisamente en un ambiente de paz secular, los pastores cerca de sus rebaños y
apoyados en su báculo de sicomoro, reposaban de sus fatigantes faenas arropados en sus oscuros vestidos y sus calurosas
pellizas o gabanes.
Sus rostros con la pátina de los vientos poseían ya la
serenidad de la vejez, de repente un ángel se presentó rodeado de un dulce halo de
luz, los pastores llenaron sus grandes ojos con una claridad celestial
desconocida para ellos y cayeron de hinojos.
El mensajero dijo: “No temáis; tengo que anunciaros una nueva buena, que será de grande alegría para todo el pueblo. Hoy, en la ciudad de David, os ha nacido un Salvador, que es el Mesías, Cristo; el Señor. Y esto os servirá de señal para reconocerlo: hallaréis al niño envuelto en pañales y puesto en un pesebre”
Los pastores poseedores de esa intuición habitual de las gentes sencillas, todo lo comprendieron, abajo en la roca, el milagro había pasado inadvertido, como la chispa en la piedra de pedernal subterránea.
Ellos percibieron el ascendente musical de una multitud de criaturas celestiales que aumentaba por momentos dejando oír sus alabanzas "Gloria a Dios en las alturas del cielo y paz en la tierra a los hombres de buena voluntad"
Al cesar los cánticos, los pastores conversaban entre sí, recordaban la expectación de Israel, sacaron sus propias conclusiones, y dirían"Vayamos pues, pronto a Belem para ver ese acontecimiento que Dios nos ha manifestado" Puestos en camino, debieron figurarse un recién nacido con ojos de recental a la vez que se preguntarían ¿Por qué ellos debieron ser elegidos para conocerle? Al llegar al lugar observaron que allí estaban en silencio una joven mujer, un hombre y un pequeño ser recostado en el nicho de un pesebre o abrevadero cubierto de pajas. Parecía que en su rutina con todo tan sencillo le contemplaban como a un corderillo recién nacido. En la mirada de María y de Jose leyeron aquella alegría simple y trémula de los pobres que también se halla en los ojos de quienes les quieren.
Luego de postrarse y adorarle, fuéronse ellos a maravillar a todas las gentes con su relato. Meses después Belem y la región olvidaron sin duda la manifestación y la gloria de los tres personajes de la colina.
Bibliografía a solicitud
El mensajero dijo: “No temáis; tengo que anunciaros una nueva buena, que será de grande alegría para todo el pueblo. Hoy, en la ciudad de David, os ha nacido un Salvador, que es el Mesías, Cristo; el Señor. Y esto os servirá de señal para reconocerlo: hallaréis al niño envuelto en pañales y puesto en un pesebre”
Los pastores poseedores de esa intuición habitual de las gentes sencillas, todo lo comprendieron, abajo en la roca, el milagro había pasado inadvertido, como la chispa en la piedra de pedernal subterránea.
Ellos percibieron el ascendente musical de una multitud de criaturas celestiales que aumentaba por momentos dejando oír sus alabanzas "Gloria a Dios en las alturas del cielo y paz en la tierra a los hombres de buena voluntad"
Al cesar los cánticos, los pastores conversaban entre sí, recordaban la expectación de Israel, sacaron sus propias conclusiones, y dirían"Vayamos pues, pronto a Belem para ver ese acontecimiento que Dios nos ha manifestado" Puestos en camino, debieron figurarse un recién nacido con ojos de recental a la vez que se preguntarían ¿Por qué ellos debieron ser elegidos para conocerle? Al llegar al lugar observaron que allí estaban en silencio una joven mujer, un hombre y un pequeño ser recostado en el nicho de un pesebre o abrevadero cubierto de pajas. Parecía que en su rutina con todo tan sencillo le contemplaban como a un corderillo recién nacido. En la mirada de María y de Jose leyeron aquella alegría simple y trémula de los pobres que también se halla en los ojos de quienes les quieren.
Luego de postrarse y adorarle, fuéronse ellos a maravillar a todas las gentes con su relato. Meses después Belem y la región olvidaron sin duda la manifestación y la gloria de los tres personajes de la colina.
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