Quizá fue una noche de frío, junto al fuego, cuando comenzó
a contarse la historia de Israel, primero los ancianos que recordaban las
andanzas de antepasados famosos, llegaron más tarde los grupos del desierto,
relatando y exagerando las penalidades sufridas en Egipto, la terrible marcha
hacia la tierra prometida, la revelación concedida por el Señor a Moisés.
Vendrían luego los poetas populares, cantores de gestas realizadas contra los filisteos
(griegos desterrados), que cambiaban batallas y ejércitos por una buena comida
antes de seguir su viaje. No faltaban sacerdotes que, en las peregrinaciones
anuales a los santuarios, relataban al pueblo cómo se apareció Dios en aquel
lugar sagrado.
Al hablar de los “historiadores de Israel” no se debe proyectar la idea del
historiador moderno, o del filósofo de la historia.
El historiador israelita no tiene la mentalidad de nuestro tiempo ni analiza los hechos con nuestros mismos criterios de objetividad y fidelidad al pasado por encima de todo.
El historiador israelita no tiene la mentalidad de nuestro tiempo ni analiza los hechos con nuestros mismos criterios de objetividad y fidelidad al pasado por encima de todo.
Pero, aparte de esta diferencia natural, impuesta por la
época y la cultura, también se debe tener presente que, dentro del mismo
Israel existen concepciones distintas de la historia y formas diversas de
escribirla. Cosa natural si pensamos que las primeras obras bíblicas están separadas
de las últimas por más de diez siglos.
Así, de boca en boca, transmitidas oralmente comenzaron a
conservarse y enriquecerse aquellas tradiciones históricas de Israel hasta que
en el siglo X a.C surgió una clase más culta, en torno a la corte de Jerusalem.
También le interesaba otros datos: la lista de los gobernadores de Salomón,
los distritos en que dividió su reino, el lento proceso de construcción del
templo de Jerusalem y del palacio, con sus numerosos objetos de culto o de
adorno. Todos ellos comenzaron a usar la escritura. No querían que datos tan
importantes se perdieran con el paso del tiempo. Por último, dentro de esta
tradición escrita, surgen verdaderos genios, que recopilan con enorme esfuerzo
los relatos antiguos y “los unen en una
historia continua del pueblo”.
Algunos se concentraron en los orígenes, otros se limitaron
a acontecimientos fundamentales de su época, como la subida de David al trono o
las terribles intrigas que provocaron su sucesión. Incluso hubo un grupo que
emprendió la tremenda tarea de recopilar las tradiciones que iban desde la Conquista de la tierra (siglo XIII) hasta la Deportación a Babilonia (siglo VI) compone lo que conocemos como “Historia
deuteronomista” (Josué, Jueces, Samuel, Reyes).
Siglos más tarde se produce un hecho curioso, un autor
vuelve a contar la historia de la monarquía para ello “agarra los libros de Samuel y Reyes y los copia al pie de la letra, suprime lo que no se ajusta a su punto de vista y añade otras tradiciones”.
Así
surge la “Historia cronista” 1 y 2
Crónicas. Luego en el siglo II a. C. dos autores distintos contarán
la historia de la rebelión macabea. De este modo, incansablemente siglo tras siglo, el pueblo de
Israel puso en práctica la consigna de Goethe de que “cada generación debe escribir de nuevo la historia”.
¿Por qué los israelitas concedieron tanta importancia a
contar la historia?
La respuesta oficial, la más difundida entre los estudiosos
de la Biblia, es que para Israel la historia es el lugar del encuentro con Dios. La fe de este pueblo no se basa en mitos
atemporales ajenos al espacio y al tiempo que nos rodea.
El Antiguo Testamento es búsqueda apasionada de Dios, un
intento divino de ser perfectamente más conocido, una lucha humana por penetrar
en el misterio del Señor.
Y así, igual que los cristianos conocemos a Jesús por lo que
Él hizo y dijo, por lo que el Espíritu sigue realizando en la Iglesia, también
los antiguos israelitas conocieron a Dios por lo que hizo y dijo a lo largo de
la historia. Nada tiene de extraño que los israelitas se preocupasen tanto de
escribir lo ocurrido o, mejor dicho, de recordar “aquellas maravillas que el Señor ha hecho por su pueblo”.
Esta interpretación oficial corre el gran peligro de
idealizar los hechos y no valorarlos rectamente. Sin duda, hubo en Israel
autores que vieron la historia como lugar del encuentro del hombre con Dios, y
precisamente por ello dedicaron gran parte de su vida a escribirla. Aunque muchos de los documentos que utilizaron no fueron
escritos desde esa perspectiva. A. K. Grayson, hablando del interés que concedían los
asirios y babilonios a contar el pasado, explica los siguientes motivos:
1- Propaganda política.
2- Finalidad didáctica.
3- Exaltación del héroe.
4-Utilidad práctica, para los calendarios, la
adivinación, etc.
5- Conciencia de la importancia
de recordar ciertas cosas.
Si excluimos el cuarto apartado, los restantes nos ayudan a
comprender por qué los israelitas escribieron tanto sobre el pasado.
Se cree que el motivo de la propaganda política es a
veces, mucho más presente en la Biblia incluso que el estrictamente religioso. Así lo advirtieron los fariseos, que no aceptaron en el
canon los libros de los Macabeos, sus grandes adversarios.
Ellos no se fijaron en su valor religioso, sino en su valor
como arma política. Por otra parte, ya a comienzos de siglo hablaba H. Winckler
de esta tendencia de la historiografía antigua:
“Una exposición
histórica en el Oriente siempre persigue un fin determinado, que procura
naturalmente, demostrar lo justificado de las pretensiones políticas planteadas
por las partes que daban pie a redactar el conjunto de la historia”
Aunque la distinción entre lo político y lo religioso carece
de sentido para un israelita antiguo, puede ser esclarecedora para un lector
actual. Por otra parte, así se explica que muchas páginas de la Biblia resulten "poco edificantes”
para los cristianos actuales y no les vean ningún provecho; leídas a la luz de
motivos políticos, adquieren todo su relieve e interés.
Después de la muerte del Salvador se tejen las tradiciones,
mitos y leyendas acerca de su vida y obra.
Mateo hacia
el año 80 d.C. escribió su evangelio para una comunidad cristiana concreta. Su
propósito no fue sólo reunir una serie de tradiciones acerca de Jesús, sino
animar a su comunidad teniendo en cuenta los problemas concretos con que se
encontraba.
El relato de la infancia de Jesús le ofrecía una ocasión excelente para ello, pues en este punto las tradiciones conservadas en las comunidades cristianas no estaban tan firmemente fijadas y ello le permitía actuar con más libertad.
El relato de la infancia de Jesús le ofrecía una ocasión excelente para ello, pues en este punto las tradiciones conservadas en las comunidades cristianas no estaban tan firmemente fijadas y ello le permitía actuar con más libertad.
Mateo de
paso nos dejó algunas pistas para reconstruir la situación de su comunidad. Su
interés de mostrar que Jesús pertenece a la estirpe de David y que nació en
Belén su ciudad, es reflejo de la polémica que su comunidad mantenía con los
judíos que no habían aceptado a Jesús como Mesías.
Este mismo
interés le movió a relacionar los acontecimientos de los primeros años de la
vida de Jesús con profecías del Antiguo Testamento, cuyos libros tenían una
autoridad decisiva para los judíos.
Bibliografía:
Biblia de Jerusalem
Tomado de José Luis Sicré Díaz s.j.
1 comment:
Slot machines at JT Hub
The new 충청남도 출장마사지 slot machines at JT Hub are a step up 전라북도 출장샵 to slot machines in the city. 광주 출장샵 It's no surprise that they're being installed in 안양 출장샵 the city. The casino's 제주 출장마사지
Post a Comment