En Israel, el libro oficial de la oración más popular y de
canto entre los usados del Antiguo Testamento en el tiempo anterior a la
Anunciación a María era “Los Salmos”. Indispensable para comprenderla es concebir
una idea bien clara de la vida que llevaba, viviendo en el espíritu de las Santas
Escrituras.
Esas tradiciones corrían entre el pueblo heredándose entre
generación y generación y formando las diferentes oraciones, así se supone que
María conocería estos textos sagrados, lo que lleva a demostrar el canto del
Magníficat.
Los salmos son oraciones llenas de misterio, secos y
esqueléticos cuando se les reza con la frialdad del corazón, o, desbordantes
generando un lugar a los pensamientos más excelsos, cuando el espíritu lleno de
elevados sentimientos los toma como incentivo de la devoción.
Pensemos a María rezándolos en el recogimiento de la casita
de Nazareth, siguiéndoles en el Santuario o en la celebración de las fiestas en el Templo.
Esto comportaba entre las
muchachas orientales una compostura, piedad y devoción cuya actitud reverente e
hincada, la que posiblemente asumió María durante la Visitación de Gabriel,
diciendo: ¡Mira, yo soy la esclava del Señor!
Según Flavio Josefo, escritor judío del siglo I existía en Israel
algunos jóvenes que aprendían a leer por amor a las Escrituras y desde luego los
varones eran autorizados para la lectura en la Sinagoga.
¿María sería iletrada?
Aun que lo fuera, ella aprendía lo que escuchaba y grababa en su interioridad lo leído de las Escrituras.
¿María sería iletrada?
Aun que lo fuera, ella aprendía lo que escuchaba y grababa en su interioridad lo leído de las Escrituras.
Es lógico pensar que la entrega oral del espíritu religioso de
generación en generación ha sido trasmitido aunque las mujeres no supieran leer
ni escribir.
Podemos imaginar que en
el contexto mesiánico del salmo 109, muy conocido en esa época, María tendría
una particular significación así como lo
fue para su ancestro el Rey David. María estaba familiarizada en escuchar y
exponer pensamientos e imágenes, los que posiblemente se interpretarían de
acuerdo a la diversidad de pensamiento popular existente. Indudablemente la
gente piadosa se complacería en aquellos versos en que se ocultaba el Misterio
de lo Divino, y aunque no los entendieran del todo les sonarían como melodías del
cielo y las escucharían con gusto.
Otros salmos le impresionarían, aunque los rabinos no
cayeran en cuenta, por ser muy largos con acento triste y quejumbroso que sonarían
como una cadena de gritos y de dolor, que con sentido religioso le permitirían
penetrar en el mundo del dolor, de la soledad y del abandono.
La Sagrada Escritura en el curso de su vida se transformaba
de una manera extraña y excelsa.
Ninguna persona judía, fuera de
María se encontró en esta situación respecto de la Escritura del Antiguo Testamento.
Biografía a solicitud.
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