Jul 3, 2007

92 - DOMUS DEI

En los primeros años las pequeñas comunidades seguidoras del Cristo se consideraban como parte de la religión judía gozando de las prebendas y privilegios que el Imperio romano concedía a los judíos, como la dispensa del servicio militar en el ejército romano y de prestar culto al emperador.
Lucas autor del tercer Evangelio y de Hechos de los Apóstoles nos introduce en las primeras comunidades cristianas de Jerusalem, según cita en:Acudían asiduamente a la enseñanza de los apóstoles, a la comunión, a la fracción del pan y a las oraciones" Hch 2, 42.
"La multitud de los creyentes no tenía sino un sólo corazón y una sola alma" Hch 4, 32.
Posteriormente los grupos crecieron de diez a unos treinta miembros con personas venidas de otros lugares y otras religiones. Allí ingresaron esclavos, libres, pequeños comerciantes y algunos soldados romanos.
Había entre ellos niños, hombres, mujeres y ancianos, variada composición que hacía difícil la convivencia.
Pablo en 1Cor:1,11-14 dice “He sabido por los de la familia de Cloe que hay discordias entre ustedes. Quiero decir que algunos de ustedes afirman, Yo soy de Pablo, otros, Yo soy de Apolos, otros, Yo soy de Pedro, otros Yo soy de Cristo.
¿Acaso Cristo está dividido?
¿Fue crucificado Pablo a favor de ustedes?
¿O fueron bautizados en nombre de Pablo?
"Gracias a Dios yo no bauticé a ninguno de ustedes a parte de Crispo y de Gallo”.
No era fácil vivir ese nuevo estilo de vida que aprendían de Jesús, dentro de una sociedad tan dividida, había que romper muchos paradigmas, como el dominio de los hombres sobre las mujeres, de los hombres libres sobre los esclavos y de los romanos sobre los judíos, cosa que originaba injusticia de raza, de sexo y de cultura.
Al respecto, Pablo nos recuerda en 1Cor:11,17-22 cómo divisiones y partidos entre las primeras comunidades se ven reflejadas en la Cena del Señor.
Al separarse el cristianismo del judaísmo las casas de los cristianos fueron el lugar de encuentro donde se sentían identificados y seguidores de Cristo.
En el año 43 d. C. fueron denominados como “cristiani” vocablo procedente de la mezcla idiomática griego-latín o gratín.
Ellos consideraban bello ese sentimiento de pertenencia a la casa de Cristo no como una cuestión de rivalidad con quienes están afuera, aunque debe interpretarse bien ese pasaje de Mc: 4,10-12.
Pero se creaba una conciencia de grupo al percibir que tarde o temprano debían entrar en conflicto con el Imperio Romano, los judíos de la diáspora al percatarse de esta situación cada vez tomaron mayor distancia para evitar aparecer como cómplices.
Por cierto algunos judíos fueron quienes denunciaron a los cristianos ante las autoridades romanas, motivo por el que el emperador Claudio hacia el año 49 los expulsó de Roma.
Aquila y Prisca fueron víctimas de este decreto al ser desterrados, luego encontrados por Pablo en Grecia donde vivieron con el apóstol en la ciudad de Corinto, así fue como se enteró de esta situación en Roma, hecho relatado en Rm:16,3-4; Hch:18,1-3.
Por fortuna las comunidades continuaron su caminata creciendo y reuniéndose en las casas de Aquila y Prisca, en la de Aristóbulo Rm:16,10; en la casa de Narciso Rm:16,11, en la de Hermas, Rm: 16,14 o en la de Olimpos Rm:16,15.
Hermosa novedad fue la presencia de las mujeres, que sobrepasando aquella situación de dominio y opresión, ejercieron servicios importantes.
Febe, diaconisa y organizadora de la comunidad de Cencreas, cerca del puerto de Corinto ayudó a mucha gente, inclusive a Pablo y llevó la carta a los romanos, Junia apóstol del Señor Rm:16,7; Prisca activa coordinadora, reunía la comunidad Rm :16,3-5; María que tanto ha trabajado por su grupo Rm:16,6; Trifena, Trifosa y Pérsida fueron misioneras activas y dinámicas que enfrentaron situaciones de riesgo Rm:16,12, Julia, Olimpas, la hermana de Nereo y la madre de Rufo Rm: 16,13-15.
La presencia de las mujeres no fue siempre fácil a causa de la mentalidad machista y patriarcal dominante.
Las mujeres de las comunidades defendían con firmeza las relaciones igualitarias.
Aquellas discípulas que conocieron a Jesús de cerca, contaban a las nuevas seguidoras las experiencias en sus viajes misioneros aceptando su mismo sueño.
El seguimiento de Jesús movía toda la vida creando nuevas relaciones fraternas y participativas.
Pero cada día se alejaban más de la época del Maestro, los recuerdos se iban borrando, los testigos presenciales morían ya por la edad o por el martirio y las interpretaciones distorsionadas de los diferentes grupos, originaron la necesidad de escribir pequeños textos que conservando el mensaje original de la Buena Nueva, formaron un gran material que sirvió para escribir de una vez por todas los Evangelios canónicos o aquellos que tienen la revelación.
Otros materiales quedaron calificados como Apócrifos que a propósito hoy son estudiados con mucho entusiasmo.
Allí se consignó La Palabra de Dios para nosotros, cuando Ella interpela, cuestiona y orienta nuestras vidas.
Lc:11,28 "Dichosos los que oyen la Palabra de Dios y la guardan"
Hb:4,12 "La palabra de Dios es viva y eficaz y más cortante que espada de dos filos"
Bibliografía:
Biblia de Jerusalem
Luis Mosconi: El evangelio de Jesús según Marcos.

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