Jan 10, 2007

52 - MESIANISMO


El diccionario dice que mesianismo es la doctrina relativa al mesías. Esta palabra viene de la lengua hebrea. Con ella se designa una persona que ha recibido una tarea a favor del pueblo y ha sido consagrada mediante una unción con óleo santo para cumplir esa misión.
Padre Alvaro Torres Fajardo, sacerdote eudista.
Es un UNGIDO. Se encuentra en la Biblia y tiene allí un carácter sobre todo religioso pero también político pues en la época anterior a Cristo esos dos aspectos, lo religioso y lo político, iban estrechamente unidos en el pueblo de Israel.
Algo ha dejado esta palabra entre nosotros sobre todo en la onomástica. El apellido Mesías existe entre nosotros, y sobre todo el abundante apellido Mejía viene de esa raíz.
El mesianismo está profundamente anclado en el corazón del hombre.
Acosado por los problemas del diario vivir y también lleno de ilusiones y sueños sobre el futuro desea que surja un líder, un personaje capaz de satisfacer sus necesidades, remediar su miseria y su pobreza, y abrir horizontes de esperanza.
Infortunadamente no faltan charlatanes y embaucadores que aprovechen esta inquietud del corazón humano y se presenten como salvadores. Por eso la palabra mesianismo tiene igualmente un sentido negativo y peyorativo.
El diccionario oficial de la lengua dice que es también la confianza inmotivada o desmedida en un agente bienhechor que se espera.
Como hay falsos mesías asimismo hay falsos mesianismos.
La Biblia nos cuenta la historia de un pueblo antiguo que vivió envuelto en muchas crisis. Perdió su libertad, fue derrotado por sus enemigos, esclavizado, deportado, humillado. Pero siempre mantuvo la fe en su Dios. A través del ministerio de los profetas recibió siempre palabras de esperanza. Cuando en un momento dado todo parecía perdido, el templo, que era su gloria, había sido destruido, sus más valiosos hijos habían sido llevados al cautiverio, surgió la voz de un profeta para gritarle: Tu futuro, Israel, está lleno de esperanza Jeremías 29, 11.
Esa esperanza se concentró en una persona. Dios estaba comprometido con el pueblo en un pacto bilateral llamado alianza. A lo largo de la Biblia se lee esta palabra:
Yo seré tu Dios, tú serás mi pueblo.
Dios fue educando la fe de su pueblo a través de promesas: una tierra, una familia, un rey, la libertad… Poco a poco ese liberador esperado fue adquiriendo rasgos: un rey con poder dado por Dios nacido de la descendencia del glorioso David 2 Samuel 7, 1-16. Un pastor, guía seguro y atento del pueblo, que en nombre de Dios gobernara y condujera al pueblo Ezequiel 34, 23. Un siervo de Dios que entrega su vida en sacrificio para establecer paz y amistad entre Dios y el hombre Isaías 53.
En todo caso un hombre pero venido del interior del mismo Dios, enviado para instaurar un reino eterno Daniel 7, 13. A lo largo de su historia el pueblo creyó identificar ese mesías con alguno de sus jefes. Y también, más de uno, se presentó para usurpar esa misión liberadora Hechos 5, 36-37.
Cuando entra en la historia Jesucristo, es recibido como el mesías esperado. Un profeta, Juan Bautista, lo señala con autoridad inequívoca. El mismo Padre Dios, cuando Jesús es bautizado en el Jordán, lo presenta como su Hijo, nos pide escucharlo, y lo unge con el poder del Espíritu Santo. El nombre mismo de Cristo lo señala para siempre. Cristo es la palabra del idioma griego que significa ungido, y es por tanto la traducción del hebreo mesías.
Empieza una misión que tiene como fin último la definitiva liberación del hombre. Para ello anuncia la llegada del reino, o sea, de la actividad salvadora de Dios. Hace signos de sanación material y espiritual que conocemos como sus milagros. A mitad de su ministerio un día interroga a sus discípulos acerca de la idea que se han formado de él y la voz autorizada de Pedro, en nombre del grupo, le dice: Tú eres el mesías Mateo 16, 16.
Pero la expectativa que tenía el pueblo era muy distinta del proyecto de Dios. El pueblo esperaba una liberación política, militar, temporal, nacionalista. Dios quería abrir el horizonte total al hombre, no solo a un pueblo sino a toda la humanidad Que el hombre pudiera realizar su vocación de hijo de Dios en una vida digna en este mundo y llegar a entrar gozosamente y por siempre en el interior de Dios. Para ello debía sufrir en su condición humana la muerte y abrir el mundo futuro con su resurrección. El enfrentamiento entre esos dos propósitos irreductibles traerá finalmente, entre otras razones, la muerte del Mesías.
El Jesús, niño, débil y pobre que acogemos en la navidad es el enviado de Dios, el Mesías salvador. En él ponemos toda nuestra esperanza. Jesucristo realiza en plenitud la figura del Mesías.
Los demás que se han presentado como tales han pasado en acciones transitorias. Jesucristo en los días de su ministerio en la tierra fue considerado como el mesías prometido por Dios.
Jesucristo permanece para siempre y sólo en él podemos encontrar salvación Hechos 4, 12.
No vendrá jamás otro Mesías superior a él.

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